Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Sólo estoy de paso.

Lo bueno de escribir tanto, es que nadie te lee. 
Esto es temporal, he parado en un motel a pasar la noche, y al amanecer, partiré hacia mi vida.

No digáis de mí que soy distante, tampoco que no me se os muestro (¡bah! no empecéis con la gramática.) y tampoco digáis que no os quiero. Porque, si no me saco del envoltorio en el que vine a este motel, es porque no quiero gastarme antes de llegar a mi vida.
Ay, no. No pienses (ahora te hablo a ti y no a vosotros) que me das igual. No pienses que tú eres el motel, no: ahí te encontré, y muy en el fondo, espero que te me pegues a los zapatos para así poder arrastrarte a mi camino cuando me vaya de aquí. 

¡Me hubiese encantado tanto conocerte en la vida! Pero no. Y te agradezco la compañía en el motel. Sé que a veces te enfadabas contigo mismo (con tus monstruos, o con lo que sea que te haga daño) y te ibas a otra habitación. Me dejabas sola conmigo misma (con mis monstruos, o con lo que sea que me recuerde a ti). Sé que algunas veces me confundías, y hacías como que me querías. Sé que de cuando en cuando pensabas en mí y tocabas a mi puerta. También sé que casi nunca estabas: con estar quiero decir estarunidosmejillacontramejillaalcalordelasmanosmientrasmiramoseltechosinohayestrellas.

Ya no me queda mucho tiempo ¿sabes? Mi estancia en el motel ya está paga y... pronto he de irme. Sé que no lo sientes, que tú también te irás. Pero a mí no me da igual; y, por si no te das cuenta, me estoy desenvolviendo despacito muy despacito -así como desnudándome, quedándome en piel- mientras escribo esto que se sale de lo habitual (y del corazón).
NO. No te pienses que todo esto es por ti (jejee, lo siento, pero alguna mentira tenía que meter).

Ay, sí. Me gusta. Escribir es... es como... algo así como... el papel es una caja y las palabras los ladrillos que no me dejan salir del hall del motel; tengo que meter los ladrillos en la caja para salir. Y yo quiero salir. Por muy agradable y demás adjetivos que sea tu compañía, sé que, si te encontré en el motel y no en la vida es porque en la vida me espera alguien mejor.

No digas de mí que no te quiero; si no te lo digo es porque espero que lo sepas. No te creas que no te busco; pero ocurre que vas tan rápido que nunca te alcanzo. 
¡Tírame de la lengua! que te quiero hablar.

Y cuando amanezca y deba irme... me despediré. Sí. Sé que las despedidas duelen, que no son bonitas, que entristecen al alma y demases.
Te miraré a los ojos, los anclaré a los míos. Te sonreiré y respiraré despacito. Te daré un regalo (algo así como un abrazo) y te diré como pueda (si no me falla la voz) : de menos, te echaré de menos. 
Entonces pasaré por el hall, saldré por la puerta cargando con mi maleta, pisaré el asfalto de la realidad, me tambalearé con el viento frío pero, sin mirar atrás, me marcharé. Subiré a mi coche y a kilómetros por hora huiré de ti. Me dolerá sí, pero duele más estar junto a ti, compartiendo habitación de motel, si sé perfectamente que ESTO ES TEMPORAL. 

Mis enhorabuenas si habéis leído todo, Karen.


1 comentario:

  1. Es verdad que los textos de más de dos párrafos no los lee casi nadie.

    Me gustó.

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