Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

A decir verdad...

¡De esto que estás en la cama y te entra un sueño tremendo! Bueno, luego se acaba, son las cuatro de la mañana y te encuentras mirando al techo como un estúpido porque no te sale nada bien, porque no eres capaz ni de dormir si te da la gana y porque...bueno, porque eres estúpido, sin más.
Poco después el sueño regresa.... ¡Ay! pobre infeliz. Al final siempre regresa... por más insultos y maldiciones que haya hecho. ¿Será amor?
¡Será cabrón! Ahora me vuelve a dejar. Pero luego regresa, claro. Jugamos al pilla-pilla y al escondite durante toooooda la madrugada. Cómo me agota, jo. Si esto no es amor, me rindo.
A decir verdad... dispongo de más horas productivas que esos que duermen más de cinco horas diarias. Y a decir (más) verdad... las aprovecho peor.

Buenas noches.
Karen. 


martes, 18 de septiembre de 2012

A esta época de mi vida la llamaré...

De pronto sonó la estúpida alarma. De nuevo había olvidado que la había puesto. Maldita zorra. Mi corazón dio un saltó de gigantes y casi que veo cómo se me sale del pecho, por suerte es físicamente imposible, pero temo otro infarto. Sí, otro. Los infartos y yo vamos juntitos de la mano, tomamos una magdalena en el Starbucks de Callao, nos contamos mentiras y dormimos en camas separadas. Tenemos una relación especial de amor-odio y la verdad es que nos iba bastante bien, hasta que mi médico de cabecera me aconsejó una vida con menos sobresaltos y decidí que era hora de dormir por un tiempo. Bueno, me puse mis zapatos de dormir, conecté la alarma y por una vez en mi vida...dormí a gusto y feliz. Soñé pocas cosas pero ¡vaya! las volvería a soñar dos y dos mil veces.
Las cosas se complicaron y me fui haciendo parte del sueño, ya no distinguía la realidad de la mentira y... ¡joder, era una problema de importancia! Pero... ¿sabéis una cosa? No quería despertar, fue la estúpida alarma. 
Lloré. Quizás demasiado, pero es que el susto fue tremendo. De pronto me vi en mi cama, mirando el techo y con sed, preguntándome qué coño había hecho con mi vida durante ese tiempo y respondiéndome un sencillo "nada, pero ¿a que has sido feliz?". De pronto sólo quería un abrazo.
A esta época de mi vida, la llamaré puta zorra.  

Karen.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Malditas perras negras.

Escribir no es ningún método contra nada, pero he de confesar que ayuda un poco.
Para escribir bien hay que tener algo roto, y no me refiero a los zapatos. Hay que ser un desperdicio humano, un poeta moribundo, la desolación personificada... Hay que ser inmensamente triste. Para escribir bien hacen falta tres personas: el guapo, el malo y el tonto.
A los cobardes se nos da muy bien escribir. Bueno, siempre hay excepciones (véase: yo). Pero cuando escribo e imagino que me leéis... creedme, me siento un poco más valiente. Y la verdad es que ahora mismo no tengo nada que escribir, ni estoy inmensamente triste a pesar de tener algo roto, pero me apetecía escribir... Y es que la verdad es que no sé si me siento triste o muy feliz.

No os olvidéis de volar, Karen.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Desde ahí arriba todos sois igual de pequeñitos.


Ni puta de qué escribir aquí, pero oye... me apetecía. 

(La foto es mala porque la tomé yo. Y sí, ahí estuve yo una media hora, dando vueltas física y mentalmente.) 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Quinientas mil razones.

Un motivo multiplicado por miles y miles de errores y ya tengo quinientas mil razones para odiarme.

Un adiós vestido de equipaje que rueda por las escaleras. Un semáforo en rojo. Una canción que llega tarde. Y un par de zapatos con las suelas desgastadas. 
No soy  buena para fijarme en todo; a veces no sé en qué año estamos... y me he saltado unas cuantas veces mi estación de tren barrabaja metro. Quizás no es el momento para decirlo pero... vivir no es mi cualidad más brillante (de hecho, dudo que sea una cualidad). Por eso me despido a menudo, no por otra cosa. Y aunque nunca sean despedidas de verdad, algún día podrían serlo. 
Me despido de las miles de razones que he ido acumulando sin esfuerzo alguno, porque si ellas no se van, lo haré yo. Me despido especialmente de mi razón número uno, esa que dice "las cosas son lo que parecen". 
Efectivamente, las cosas suelen ser lo que parecen, porque ¿qué hace una cosa fingiendo ser otra? 
Me despido de las noches en vela, definitivamente no me harán falta. También me despido de todos esos pensamientos que embarcaron en mi vela durante esas mil y una noches en el infierno... Quizás no debí decir infierno, porque no hacía calor.. todo era ceniza y frío, muchísimo frío. No fue tan malo, después de todo... era yo la que regresaba ahí cada noche. Sé que en el fondo me gustaba ir, y siempre me preguntaré el por qué. 
Me despido de las luces de neón, de los tacones, de las bolsas de hielo y las botellas. Me despido de ir gastando la vida que no tengo, de ir tropezando con la misma piedra... Aunque de la piedra no me despido, sé que lloraría y que si la dejo tropezaré con otra. Prefiero sujetarla muy fuerte entre mis manos, para no dejarla escapar y así evitar que me haga volver a caer. 
Prefiero no tener que despedirme de nada. Prefiero dejar de escribir esto y, sobretodo, prefiero dejar todo en su sitio... y que la inercia mueva la piedra que la gravedad puso en mi camino. 

Prefiero decir hasta luego.

Karen.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Como un perro Pávlov.

Si me dices ven, te diré que no seas estúpido y que regreses. 
Como lluvia ácida sobre el tejado y una plaga de los mil demonios, o como un rifle sin su guerra y una lágrima seca. Así te sientes cuando tienes que retomar antiguas malas costumbres.
Llevas casi dos días pensado sobre ello, los somníferos ya ni funcionan y la música vuelve a caerte mal. Pero sigues en tus cabales, ya no es como antes, cuando morías a diario y de noche te suicidabas.
Es un dolor como de déjà vu, ¿me explico?
Te lías un cigarro y descorchas una botella (etc) ...Escuchas su teorema y lo aplicas a tu problema. Hay que ser simples, responder al estímulo...como un perro Pávlov.

Karen.

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Soy yo, o me lo parece a mí?

Se trata de salir a la calle, de salirbeberelrollodesiempre y etc. Se trata de pisar a fondo el acelerador y que no haya nadie en el asiento de atrás del coche. De llegar a una estación de tren y pedir dos billetes de ida y ninguno de vuelta. Se trata de morirte un poco si hace falta; de revivir cada noche, en tu espalda.
Se trata de mezclar azúcar con sal.
Se trata de tocar las cuerdas hasta desafinarlas, de caer poco a poco en la locura y de no querer levantarse.
Se trata de respirar por gusto y no por necesidad.
¡Oh, por Dios! Se trata de morir con un cartel que diga demasiado tarde.
Es demasiado pronto para irnos a dormir, ¿o me lo parece a mí? Demasiado tarde para cuentos que me invento... Dicen los poetas que ¡qué poco dura la primavera! yo digo que les jodan y que a mí, lo que me mola, son las fresas con crema. Pero oye... que haya paz.
¿Me lo parece a mí o el amor ya no viene con forma de besos? ¿Qué fue de los ojos que se tocaban a escondidas, y que entre parpadeo y parpadeo, te robaban un beso? Me parece a mí (o soy yo) que el amor ahora es cosa de copas y luces, y con suerte dura hasta el amanecer. Soy yo (o me lo parece a mí), pero creo que el momento de los besos y el sudor ha perdido los besos y multiplicado el resto... que el guiño de después se esfumó, como lo hizo el amor y sus zapatos de tacón.
Se trata de confundir la prosa y la poesía... de saber que el amor, ya no es ninguna guerra.

Haced del amor una guerra, y de la guerra... amor. Karen.