Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

martes, 27 de marzo de 2012

Qué triste.

Qué triste suenan los gatos a las cuatro de la mañana. Qué melodía tan lacónica la de sus suspiros. Qué brillante está la luna, y ¡cuantas! nubes hay que no dejan verla.
Qué triste parece ese semáforo en verde y ese paso de cebra tan desierto.
En tus ojos, gelifracción. Un frío demoledor te congeló las lágrimas, y se rompen... Y ¡qué triste! Qué triste suena tu sonrisa.
Mismo error. Mismo método. Funciona pero. Pero.
Qué triste las olas sin mar, la cerveza sin espuma, la brisa sin aliento.
Qué triste los vasos vacíos, el whisky sin hielo. Qué triste los puentes sin suicidas. Qué triste los locos que van trajeados; las corbatas negras y las medias sin romper. Qué triste que no exista una tristeza digna de callar.
Die. Die, die, my darling. 
Y ¡que triste, joder, qué triste!

:) Karen.

sábado, 17 de marzo de 2012

Far away.

-¡Mírate! Das pena. 

Me despierto cada mañana y me digo: sigue así, con tus estúpidas bromas. Sigue sonriendo como si nada te importara. ¿Qué más da que no te haga gracia? SONRÍE, JODER, SONRÍE. Muérete de risa, escupe carcajadas y ahógate en dopamina.  
Sigue creyendo que el tiempo no existe. No dejes de evaluar cada detalle. ¿Dejar de suponer? ¡Ni lo pienses! Sigue así, con tus malditas ganas de fingir.
Sigue así... que mentir está de moda y ya vendrán tiempos peores.

He tocado fondo tantas veces, que hace mucho que no me fío del suelo que piso. He muerto ya muchas veces, y todavía no he aprendido a vivir... pero oye, no me hables de perder.
No es nada personal, ni triste, tampoco algo importante, ni siquiera es algo digno de contar porque... la maldita ironía siempre me hace sonreír.

Llegué demasiado tarde a donde nunca me invitaron; pero llegué. Y cuando llegué ya no había nada que hacer, ¡ni nada! Escombros y olor a gasolina. Un  paisaje desolado sólo desde mis ojos; desde los tuyos... lo contrario -no puedo ni imaginarlo-.

Me veo reflejada en la cuchara con la que acabo con toneladas de helado de chocolate, y me digo: debería darte vergüenza. ¡LA VIDA TOCANDO LA PUERTA Y TU QUE NO LE HACES NI PUTO CASO! Deberías salir ahí fuera y con dos cojones plantarte en medio de las vías del tren, a ver si de una vez por todas  te decides a hacer algo con tu vida. Aunque es probable que el tren pase de ti; que en verdad no existas y todo esto sea una gran mentira; aún espero oír las risas de fondo -del público- cada vez que me acuerdo de ti.
"Me acuerdo de ti, me cago en tus muertos."

Llueve y me encuentro en la calle que hace esquina con la tuya, vendiendo mi alma al primero que pase -porque el diablo se olvidó de mí- ¡Y a la mierda con todo! Me he puesto guapa, por si en algún momento me arrojas por la ventana las llaves del portal. Me he dejado en casa todo lo que alguna vez he pensado de ti, y... ¿qué quieres que te diga? también voy un poco feliz.
Llueve. Miro mi reflejo en el charco que se ha ido formando durante las cinco horas que llevo ahí de pie -sin compradores ni llaves que salen de ventanas- y me digo: Karen, tienes que crecer. 

Sin más ni más: algún día aprenderé a equivocarme.
E irme far, far, far away de lejos. 
Malditas palabras.

Creced, Karen.

martes, 13 de marzo de 2012

Con ese olor a fin de mundo.

Ya no hay acorde; rompí el acuerdo ¡que locura!
Estrépito en los escombros, y tu cuello. Resurgimiento del muro abatido, y tus ojos. Palpitación desaforada del cemento envejecido, y tus labios.
Menudo caos. 
Hay demasiado oxígeno. Ya se respira un aire oxidado y viejo; huele a polvo y glicerina, a piel muerta y heroína. No recuerdo muy bien cuándo sucedió, tampoco importa... es decir: pasó -se saltó el rojo del semáforo-
¡Joder! El mundo se acaba y no tengo a quién contárselo. Y seguro que hay hormigas en esos andamios.
Sospecho que lo mejor está por venir, y me asusta... ¡se me hace polvo los huesos! El miedo me corroe las arterias; la coronaria quiere dimitir y dejarme a mi vera -pá ver qué hago-, mi sístole -sin diástole ni dueño- me gruñe enseñándome las lista de deterioros que voy acumulando desde hace ya un unos cuantos siglos. No me alcanza la esperanza para correr con lo riesgos que acarrea la reparación de dichos daños. ¡Qué digo daños! Nadie me ha roto nada. Es el desuso. La decadencia tendenciosa de pensar en un futuro y en un pasado, olvidándote del presente. Pobre abandonado. Ese pobre imbécil que llegó pronto, para morirse en la espera.
No hay pasado que por futuro no venga, y aunque se me coman los miedos (los vértigos y las suposiciones), cortaré las raíces descosidas de este cerezo, que nunca llegó a primavera. 
Estúpida poesía.
Estúpido mundo que no se acaba de acabar.
Estúpida espera.
Estúpida. Palabra. Estúpida.
Y tú, con tu estúpido olor a fin de mundo... estúpido.

"El miedo vuelve a la gente loca." Karen


martes, 6 de marzo de 2012

S.O.S

Tengo la costumbre de resucitar; por el placer que me supone morir varias veces al día. 
Me gustan las calles desiertas, y la noche. Los músicos que se mueren en la boca de los metros; las guitarras de cuerdas rotas, los violinistas borrachos y las cintas mal grabadas que suenan en coches viejos y mal pintados.
Me gusta la banda sonora de las autopistas, los tíos con cicatrices y las motos que gritan.
Me enloquece el olor a cerveza por la mañana y el crujir de las tostadas con mermelada.
La ironía tiñe mi palabra de valentía... tu presencia la destiñe: cobardía. Pero, aunque la ironía no quita lo cobarde, me fascina usarla para fingir que yo también juego contigo. Me gusta jugar, y que juegues conmigo.
Apuesto siempre por el más débil; me gusta el pensamiento agarrotado en el rincón. Ese que llora sin que se le note y da patadas contra la pared; ese que tiene asumida la derrota y le jode. Ese que empezó con ganas de todo, hasta que todo se le vino encima.
Me gusta el caos, pero... no te me desestabilices, que también me gusta el equilibrio.
Me fascina el tango del humo del cigarro; las piruetas que realiza al salir de la boca y esa forma tan especial que tiene el humo para esfumarse.
También me gusta el olor a almendras amargas a media tarde, y el cloroformo en el café. Y el gatillo en tu garganta, y mi dedo decidiendo tu futuro. Y tus ganas de llorar. 

No me gusta cuando callas, porque recuerdo que sigues ahí.

Me gusta el ruido. Karen.

viernes, 2 de marzo de 2012

Siempre llego a la deshora que me marca el corazón.

Lo mío con la paciencia es un odio especial. 
Principalmente, el problema es que tengo demasiada, y ya me estorba. Se me atragantan las verdades y el tiempo me informa que mi plazo se ha terminado: que debo pagar por todos los minutos que rompí. Y rompo a llorar por dentro -sin lágrimas ni gilipolleces de esas que tenéis los humanos.-
Vosotros. Con vuestro amor; con vuestros besos eternos en cualquier rincón. Con vuestras estúpidas palabritas que suenan tan bien... 
No estoy celosa, me alegro por vosotros.¡Cabrones!

Rendirme sin intentarlo es la mejor de mis cualidades. 
Contigo lo intenté, pero sabiendo que de ninguna manera iba a ganar: precisamente por eso perdí. (Al menos eso me digo cuando no puedo dormir.)
Me rindo a lo que tenga que venir; a lo que fue, a lo que pudo venir, a lo que está pasando. En fin, que me rindo.
Asquerosa sensación de fracaso. Las uñas se me clavan al cerrar los puños, pero no siento nada (y me gusta). En realidad no me gusta y he ahí otro problema. Nunca he mentido a nadie más que a mí... y el siguiente problema radica en que mentía ¡tan bien! que me las creía todas y... claro... bueno... ya sabéis. 
Hay alguien ahí fuera esperándome, ¿verdad?
Miente si es necesario... me lo creeré (se me da bien).

Todo esto tiene tintes de arrepentimiento, pero no. 
Todo es ¡taaaaaaaaan! sospechosamente triste. 
Diría que todo se está derrumbando, pero mentiría: nunca construí nada. Es decir, sí lo hice, pero no te avisé de ello. Y he aquí otro problema más.

¿Paciencia? No tengo de eso. 

Nota mental: recuerda tus propósitos. Dirección, precisión, claridad. Karen.