Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

martes, 13 de marzo de 2012

Con ese olor a fin de mundo.

Ya no hay acorde; rompí el acuerdo ¡que locura!
Estrépito en los escombros, y tu cuello. Resurgimiento del muro abatido, y tus ojos. Palpitación desaforada del cemento envejecido, y tus labios.
Menudo caos. 
Hay demasiado oxígeno. Ya se respira un aire oxidado y viejo; huele a polvo y glicerina, a piel muerta y heroína. No recuerdo muy bien cuándo sucedió, tampoco importa... es decir: pasó -se saltó el rojo del semáforo-
¡Joder! El mundo se acaba y no tengo a quién contárselo. Y seguro que hay hormigas en esos andamios.
Sospecho que lo mejor está por venir, y me asusta... ¡se me hace polvo los huesos! El miedo me corroe las arterias; la coronaria quiere dimitir y dejarme a mi vera -pá ver qué hago-, mi sístole -sin diástole ni dueño- me gruñe enseñándome las lista de deterioros que voy acumulando desde hace ya un unos cuantos siglos. No me alcanza la esperanza para correr con lo riesgos que acarrea la reparación de dichos daños. ¡Qué digo daños! Nadie me ha roto nada. Es el desuso. La decadencia tendenciosa de pensar en un futuro y en un pasado, olvidándote del presente. Pobre abandonado. Ese pobre imbécil que llegó pronto, para morirse en la espera.
No hay pasado que por futuro no venga, y aunque se me coman los miedos (los vértigos y las suposiciones), cortaré las raíces descosidas de este cerezo, que nunca llegó a primavera. 
Estúpida poesía.
Estúpido mundo que no se acaba de acabar.
Estúpida espera.
Estúpida. Palabra. Estúpida.
Y tú, con tu estúpido olor a fin de mundo... estúpido.

"El miedo vuelve a la gente loca." Karen


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