Una vez leí que demasiado deseo entristece el corazón, y va a ser que es verdad.
Ojalá que pudiera retroceder el tiempo, deshacer pasos y jugar a lo que quieras (menos al escondite). Ojalá que nunca hubiese probado lo que se siente al ganar. Y ojalá que nada nunca más sea en vano.
He nacido para estar siempre en standby, contando estrellas las madrugadas de verano y nada más. No sé hacer nada más, ni me gusta esperar, pero acepto mi derrota como costumbre y... afino mi guitarra.
Algo tuve que hacer mal en otra vida, o quizás en esta no me he portado del todo bien. Hay algo que falla, algo que no encaja, algo que, sencillamente, aborrezco. Algo que huele a pesadilla, a atún descompuesto y apesta a derrota.
Y aunque a veces me parezca que no he vivido...
He aprendido a ser pañuelo. Me he inventado mil historias (de amor, y terror). He sabido esperar cuando no debía, y cuando debía, he caído en la más íntima locura. He encontrado el final del camino cuando apenas lo había comenzado, y por supuesto, lo perdí al caminar. He pasado quinientas noches en vela, mientras a mi ventana tiraba piedras la luna. He oído las más hermosas palabras, sin creerlas, desconfiando demasiado de la suerte que tenía. Ojalá hubiese sido valiente cuando correspondía.
He pensado demasiado en lo mismo, demasiado tiempo.
Ojalá que... ojalá que dejara de desear tanto tanto tanto tanto.
Ojalá que nunca hubiese conocido esas canciones, que se cuelan hoy entre estas letras. Ojalá que nunca me hubiese tumbado en el suelo de mi habitación, ni hubiese cerrado los ojos para imaginar que volaba, mientras una luz naranja me esperaba en el escritorio. Porque seguro que no me esperaba, y me quedé para siempre en standby.
Karen.
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