Morir es poner una cinta a los ojos, tapar las emociones, conocer la inconsciencia.
Morir de pie, tumbado o dormido… Morir a manos ajenas, o propias.
Si mañana dejase este mundo: ¿Qué fue de mí?
No hay respuesta menos estúpida que la pregunta. Es decir… ¿a alguien de verdad le importa lo que hagas? ¿Existe alguien en quien de verdad puedas influir?
Claro que no. No es que no importes, ni que seas pequeñito… es que no eres tan grande.
Por morir, no mueres tú. Muere tu presencia. Mueren tus futuros, y se congelan tus presentes. ¿Y el recuerdo, qué? Algunos mueren también. Otros adquieren importancia. Algunos recuerdos (bien estúpidos) se pierden.
Si mañana hubieras de morir, seguro que hay algo de lo que te hubiera encantado arrepentirte, pero no. Eres un cobarde.
Seguro que alguien te echa en falta. Seguro que alguien se pregunta dónde estarás. Seguro que te quedan muchas cosas por hacer, y otras tantas por comprender.
Si mañana hubieras de morir, y lo supieras… ¿harías algo?
Querrías llorar, golpear, saltar, correr, gritar… querrías vivir en un día todo lo que no fuiste capaz de hacer en toda tu vida. ¿Sentirías miedo?
Seguro que lo único en lo que pensarías es en lo mucho que echarías de menos esta vida ¿no? Llorarías al saber que nunca más te mirará a los ojos; que nunca harán eso… ni aquello… ni eso otro. ¿Sabrías despedirte?
Morir es la manera que tiene esta vida de decirte que tuviste cosas para hacer, que no tienes nada más que hacer y que no tendrás nada mejor.
Si mañana hubiera de morir…. Te diría que te odio, para que no me eches en falta.
Pensad, Karen.
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