Quizás la peor manera de esperar, sea esperando.
Últimamente me invade una tristeza de catastróficas dimensiones, pero sé que no estoy deprimida. Lo que ocurre es que hace tiempo que intento (o creo que intento) hacer cosas, y lo que debe cambiar no lo hace ni un ápice. He aprendido de ello. Los psicólogos lo llamamos "indefensión aprendida" y básicamente consiste en aprender que por más que intentes hacer algo, no consigues nada...por lo que: dejas de intentar.
Suele acabar en depresión.
Me asusta. Me da tremendo miedo. El pulso me falla y los ojos se preparan para lo que está por venir. Mañana es mi cumpleaños.
Definitivamente, el tiempo me ha jugado una mala pasada. Aunque, supongo que intentar excusarme valdrá de poco... Al fin y al cabo, las excusas son como las opiniones y los culos (ya sabéis).
De pronto un día te preguntas dónde has estado todo este tiempo. Empiezas a cuidarte, a no cerrarte a la gente (¡no siempre muerden!)... No sé, empiezas a vivir sin darte cuenta. Te acostumbras a ello, a una rutina que, si bien no es perfecta, te hace feliz. Pero claro, luego pasa algo inimaginable: se acaba.
No sabes muy bien cómo ha ocurrido, y quizás sea mejor no saberlo, pero en ese punto de inflexión todo se vuelve del revés y te preguntas en qué has estado perdiendo el tiempo. Ya nada encaja donde antes. La armonía dimitió y nadie quiso ocupar su puesto.
Entonces ocurre algo mágico (cruel y despiadado) y el tiempo se detiene, pero no del todo. Los días pasan pero no pasa nada. Ves como la gente que te rodea crece, progresa, olvida viejos errores y es feliz. Mientras tanto, tú te encierras en tu cápsula -de algún material irrompible- y aceptas que eres infeliz, porque tu tiempo para ser feliz pasó cuando estabas pendiente de alguna otra estupidez.
No me queda más que desearme un feliz cumpleaños y acurrucarme en mi pequeña cápsula.
Karen.
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