Simplemente, nos encanta negar lo evidente; parece que así somos más felices, no sé. Mentirnos a nosotros mismos es mucho mejor que mentir a otros, yo diría que es casi hasta más placentero; como un canuto después del litro de cada tarde, o como desear morir y de pronto arrepentirse. Quizás odiar sea un sentimiento exclusivo de los humanos; y sin embargo no todos saben hacerlo, porque cuando se odia algo ya no se puede volver a atrás, arrepentirse y dar dos besos.
Cuando se odia, se odia para siempre.
Nosotros los humanos estamos siempre negando lo evidente, por eso cuando surge la ocasión para odiar, odiamos sólo un momento y después buscamos desesperadamente un recuerdo que excuse el motivo del odio... y amamos. Porque amar está guay; sí, amar es bueno para prevenir posibles achaques cardíacos y no sé... supongo que nos hace felices. Pero también es difícil, porque odiar es más fácil.
Resulta bastante fácil odiar una foto que no significa nada, una escena que malinterpretas o simplemente el menú que toca comer hoy. Es fácil porque olvidamos, porque no sabemos odiar de verdad. Quizás eso nos mantiene vivos.
A veces lo evidente es demasiado evidente, demasiado obvio, y nos aferramos a ello. Y nos equivocamos, pero seguimos intentándolo porque creemos que es lo que corresponde. Quizás sea eso que llaman destino, tengo mis dudas.
Pero yo... Yo he malinterpretado toda mi vida.
Karen.