Estoy ante el Papel en blanco, con Ganas de escribir, y con ausencia de Inspiración.
Las Ganas pueden sacar algo: algo que la Inspiración no valorará. El Papel escupirá las palabras que las Ganas consigan escribir; porque, sin Inspiración, no hay nada que considere digno de tatuarse, en su pálida piel, con tinta.
Inspiración me ha golpeado: ha sido un golpe bajo. Antirreglamentario. Pero lo dejo pasar, incluso permito que me vuelva a dar. Veo aproximarse otro golpe, pero no quiero esquivarlo. Quiero que me golpee, que me duela hasta hacerme llorar… para así, al acudir a mi próximo combate: salir victoriosa (o, por lo menos, con vida).
Inspiración me abandona.
Las Ganas han perdido su fuerza. Trazan garabatos sin sentido (con carbón, para no molestar a Papel). Las Ganas quieren ser, y no pueden. Con miedo, desean llamar a Inspiración: plantarle cara y, con la mirada fija y alta, invitarla a que dé el primer golpe.
Inspiración se niega a dar señales de vida. ¿Qué fue de sus ganas de pelear?
Papel se siente olvidado: hace ya mucho que, ni siquiera, las Ganas lo van a visitar (a pasar el tiempo, que es largo).
Las Ganas gritan desesperadas, sin respuesta. Papel, como puede, se suma a sus gritos.
Con desgana, Inspiración se muestra dispuesta a dialogar.
Comienzan una lenta negociación: Papel muestra entusiasmo. Las Ganas se muestran impacientes, deseosas de bailar sobre Papel, hacerle cosquillas y, sonriendo, observar lo que resulte.
Pero… a sabiendas de que ella es la que manda:
Inspiración se aburre y se marcha.
Paciencia, que Inspiración ya volverá, Karen.
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