Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

domingo, 24 de julio de 2011

Sólo son palabras.

Calle desierta. Frío. Diminutas gotas caen del nublado cielo. Luna y tenues farolas iluminan el rincón donde dos se miran fijamente. Él y Ella.
Él: un tipo tranquilo, de lo más normal. De muchas palabras y enorme sonrisa.
Ella: de pequeña siempre deseó que un trocito de Luna apareciese en su habitación.

En una escala del 1 al inconsciente, estos dos se encontraban en un perfecto 7.
Latas vacías decoraban su alrededor. Sentados uno en frente de otro; recostando la espalda sobre cada pared. Al respirar, el vapor salía como si de una locomotora se tratase; pero no sentían el frío, el rubor coloreaba sus mejillas.

-          Tendríamos que irnos – dijo ella.
-          Siempre quieres irte.
-          Es lo más conveniente.
-          ¿Huir?
-          No. Dejar los pies en el suelo.
-          ¿No te gustaría volar?
*Silencio*
-     ¿No te gustaría sentir el filo del viento mientras caes, mientras atraviesas las nubes? – continuó él.
-     Prefiero soñar que lo hago.
-     Algún día te cansarás de soñar.
-     Lo dudo.
-     Siempre dudas de todo.
-     Dudar siempre es la mejor opción.
-    ¿Estás segura de que estás viva? – soltó.

Ella se acercó, recostó su espalda en la misma pared que él, a su lado, hombro con hombro. Le cogió la mano y la llevó a su pecho.

-          Me late el corazón – afirmó ella.
-          Quizás no son latidos. Puede que sea el movimiento del aire al entrar y salir.

Lo suelta, regresa a su pared. Guarda silencio. Nunca se le dio bien eso de hablar.
Él dio un largo trago a esa botella de Jack Daniel’s. Se la tendió a ella, que bebió, bebió y bebió.

-          Me gusta cuando haces como que te enfadas.
*Silencio*
Una sonrisa se escapa por entre los labios de ella; él lo nota.
-          Me gustas despeinada. Y si no lo hace el viento, lo haré yo.

Se acerca a ella, le revuelve el pelo. Suenan risas. Y ya, tumbados en el frío del suelo, miran hacia el nublado cielo sin estrellas.

-          Imaginemos que hay estrellas – dice ella.
*Cierra los ojos, se gira, y la mira… muy muy cerca*
-          Era una estrella fugaz.
-          ¿Qué has pedido?
-          Es un secreto – la rodea con un brazo, mientras sonríen, cómplices.

-          Si supieses detener el tiempo, te pediría que lo hicieras ahora mismo – dijo él
-          Lo haría.
-          Deberías aprender.

Despegaron del suelo y acabaron con ese Jack Daniel’s.  La risa se colaba entre las palabras y la visión ya les fallaba. La temperatura caía en picado.
Abrazados, pecho y espalda, casi sueñan.

-          No te duermas – dijo él.
Ella echó hacia atrás su cabeza, mirando su cuello desde abajo… subió un centímetro y le dejó un beso. Él sonrió y la abrazó más contra sí.

-          Ya no sé cómo acabamos aquí – dijo ella.
-          ¿Importa?
-          No.

-Karen Acuña-

Bueno, eso, Karen. 

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