Y en el cielo de las palabras que se mueren
Están las que nunca fueron pronunciadas
Y las pequeñitas que quedaron olvidadas.
Pasa que el latido del reloj las frena, las riñe y las congela.
Pasa que un día una palabra quiso ser dicha
Y quiso mostrar cada letra, y cada sonido escondido
Que había dejado tirado, dormido, y sin latido.
Y en el cielo de las palabras que se mueren, acabó.
Un silencio ensordecedor cayó
Fue como uno de esos silencios insurrectos de mala maña
Que no tienen nada mejor que hacer sonar campanas.
Cayó de prisa, sin tocar fondo,
Dibujando espirales en el cielo,
Que muy de vez en cuando le dejaba descansar
En ciertas nubes, para poder soñar.
Y cuando la endeble nube hundía sus caricias
Nuestra palabra seguía cayendo, propicia...
...cuando le entraron ganas de llorar.
Gritaba y gritaba que lo sentía
Que nunca debió querer mostrar lo que tenía.
Pero que, a pesar de saber que se moría
Le hubiera encantado saber cómo la oían.
Y mientras seguía cayendo, y a sus lágrimas dejando atrás
Imaginaba la de cosas que hubieran podido pasar
Si en lugar de sólo querer hacerse oír
Hubiera gritado muy fuerte, hasta morir.
No hay mucho más que decir sobre esta palabra
Más que acabó acabada en alguna rota garganta.
-Karen Acuña-
Todos lo hemos visto, Karen.
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