Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Invierno acomodado.


Entra sin prisa, como quien llega del lugar que añorará.

De pronto azul.
De pronto cielo cubierto.
Y mi pecho, todo abierto.
Sucede sin prisas y desobedece a contrareloj.
Le da igual lo que piensen las primaveras
Y a las nubes les hace goteras.
De pronto silencio. Silencio de filo
De sentimientos contraído.

Llega con todo. Con sus blancos brillantes (dispuestos a ser marrones), con su viento eriza pieles, con su frío de abrazos mañaneros, y, por supuesto… con sus copitos todos diferentes que bailan en el aire y se mezclan con tu pelo.
 
Entonces se va.
Sale el Sol tempranito
Y me calienta un poquito.

Pero nada. Está acomodado. Se ha instalado a mi alrededor y parece que irse no está dentro de sus planes.

Me está lloviendo a ríos
Y regresan los fríos.
Se me alzan los brazos en busca de abrazos
Y se topan con el cielo raso
Que hace las veces de techo
Para mi corazón maltrecho.

No busco calores, ni soles radiantes que derritan chocolates. Tampoco quiero madrugadas sin almohadas. No veo horizontes cercanos, y lo más lejos que he estado de ti, ha sido siempre. No busco montañas que escalar, ni ríos que cruzar. No quiero ir a la playa, no me gusta la arena. Quiero. Quiero. Y sólo quiero.
Pero así como eso, tampoco quiero invierno.
No quiero palabras congeladas en los ojos, es que no busco más problemas. No quiero perder lo que logré descongelar. Pero quiero. Quiero. Y sólo quiero.

Sólo quiero noches de otoño.
Que las hojas se suiciden,
Como cuando el 2 se divide
Y pasear sin huecos en las manos
Por caminos que no sean planos.

Quiero.
A mi invierno acomodado doy la bienvenida. Ya que estás, quédate bien. 

Acomódate ahí, corazón, Karen.

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