Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

martes, 13 de septiembre de 2011

Por los minutos que nos quedan.


Todo se acaba en algún minuto. No hablo de segundos porque ya sería ir muy lejos y cavar muy hondo. Y, de todas formas, las cosas terminan de suceder en menos de un segundo. A veces terminan ¡tan pronto! que no somos capaces de darnos cuenta de que algo ha muerto. Del fin. Seguimos la vida como si nada, sin siquiera dedicarle un minuto de silencio, o, en algunos casos: de ruido.
Los hay suspensivos… Momentos que se eternizan en el espacio (el espacio entre los puntos). El problema de los eternos es que acaban siendo circulares, entran en un círculo repetitivo que no cesa, que continúa rodando cuesta abajo y cuesta arriba; cambiando de color, de textura, de música ambiente… pero sigue siendo un círculo  (pasando siempre por los mismos puntos. Llegando siempre al mismo punto más alto, y cayendo al mismo sinuoso abismo).
¿Qué queréis que os diga? Yo prefiero a los que se mueren (porque esos SÍ viven), los puntos finales que lo tienen todo claro (incluso en la noche).
¿Y qué decir de los espacios, de los punto y aparte? No me fío de ellos. Van de listos. Te hacen creer que mueren, pero están de viaje (desaparecen por un tiempo, para que se les eche de menos y que, al regresar, se les quiera muy y más fuerte).
Por los minutos que le quedan a este punto, está de más decir que le dedicaré un minuto de silencio y lo recordaré ahí donde no tenga nada más que hacer.

Tienes 3 minutos: habla, dijo Cortázar, Karen.

1 comentario:

Puedes gritar. O hablar, si lo prefieres.