Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

lunes, 24 de octubre de 2011

El rosa no es un color.


¡QUÉ NO EXISTE! No, no, ya sé lo que estás pensando… que sí existe, que en qué estoy pensando, que cómo se me ocurre, ¿acaso no lo veo?
El rosa de los cuentos, de las mejillas cuando hay calor, de la sonrisa sin motivo.
Sólo existe el rosa de mis calcetines.
¡Caput! Agua fría. Tranquilidad…. que no es ninguna sorpresa.
Nihilismo y me sumerjo. ¿Dónde diablos estoy? No importa, no importa nada porque nada existe, porque el cielo es de espuma y el suelo de cerveza. Palabras que viajan en aviones de papel, que se ahogan con el humo de los coches y disfrutan cuando no existen: odiosas. Perras negras, como diría Julio.  Y el Paco Ortega… todos los días aumento la lista de las cosas que no hablo nunca. Pero así. ES ASÍ. Punto y final.
Y no, no espero que esto tenga el más mínimo sentido. ¿A vosotros qué os importa? Iros a mezclar rojo y blanco, a ver qué os sale.
Sospecho que el techo de mi habitación nunca está en el mismo sitio. Interrogante. (Es analogía, metáfora, palabras escondidas. Y la gracia está en que no te lo voy a explicar.) Pero… ¡Ay, mi techo! Agrietado y con goteras, cascadas de agua cuando llueve. Se cuelan tormentas, pájaros, rayos y centellas, café frío, mañanas de lunes, silencios incómodos, sonrisas tuyas; y cuando hace sol, entran también algunos rayitos de luz que calientan el corazón. Mi techo es rosa. Pero el rosa ya no existe. Es un color descatalogado. 

¡Que se muera Paris y sus rincones!

El rosa es la no-realidad, Karen.

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