No ofrezco recompensa.
Pensaba
en mí, me llamé y no contesté. Entonces descubrí que me había perdido. Repasé
los días de mi ausencia y… no me extrañó darme cuenta que hacía mucho que no
estaba y no me había percatado. Ni siquiera me echaba de menos. Tampoco quiero
regresar. ¿Pero dónde diablos estoy?
Quizás
me confundí de cama, y me metí al espejo antes de dormir. Ó… puede que esté tumbada
en alguna montaña pidiendo deseos inútiles a pequeñísimas estrellas fugaces.
¿Quién sabe? a lo mejor estoy contigo. Es posible que me haya vuelto valiente y
esté rodeada de llamas mientras intento salvar a ese hombre de gafas gigantes.
Pero no. Lo más seguro es que la sombra se haya hecho conmigo.
¿Qué
me pasó?
¿Dónde
están los versos?
¿Dónde
están los tequierotequierotequieroquenuncatediré ó los
notevayasquédateunpocomásamilado ó los
nomepreguntestementiréesperandoquesepasquemiento?
Si
soy sincera… no quiero regresar. Aquí se está muy bien. Es temporal, lo sé…
Pronto
lloverá y mi caja de cartón se estropeará.
Entonces
mi corazón, a descubierto quedará.
Y
si por ahí estás
En
él tu imagen verás.
No
pienso regresar. Si regreso, me expulsaré de nuevo y cubriré mi corazón con
cemento y piedras. Porque de nada vale tener un corazón si no lo sabes usar.
Y
ahora: te recuerdo quien era.
Piénsame.
Coloréame
las mejillas
Con
tus mentiras.
Quiéreme.
Sujétame
fuerte y que me vaya no dejes
Pues
yo sólo quiero que me apretes
Y
que mi corazón sujetes.
(…)
Pero
eres ausencias de ti
Y
me quieres sólo para dormir.
Vete
así
Muy
lejos de mí…
Pero
quiéreme cuando regreses
Y
has como si descubrieses
Lo
que te quiero.
(Introducir
consejo, que a mí se me han agotado), Karen.
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