Degradación del recuerdo.
Dicen que cuando algo muere
hay que regalar un minuto de silencio.
Murió
y casi no me entero,
pero por Dios, ya no te espero.
Dicen que allá en el cielo te va bien.
Yo no me quejo;
aquí en el infierno, que los elegantes llaman averno
le invento un invierno a tu recuerdo eterno.
Dicen, ¡tanto dicen!
que cuando el diablo miedo sale a pasear
tu piel lleva como disfraz.
No.
¡NO!
He dicho que no.
Más te vale no escucharme.
Aquí abajo no veo tu luna ni escucho lo que dices.
Ya tengo suficiente con el eco del recuerdo
que resuena en las paredes de este infierno.
Dicen, y digo yo, que eres lo peor.
Te vienes y vas como un huracán
y destrozas todo allá donde vas.
Te vistes con tu mejor traje,
sí, ese de color índigo
que tan azul o tan negro parece
y que de día o tarde, siempre anochece.
Dicen que esto es mentira.
Falso o palabras de vacío,
y no están muy perdidos.
Por eso, haz el favor de no morir
que yo haré como que vuelvo a vivir.
Este lugar es un rompecabezas, un puzzle gigante de piezas mínimas. Y en cada una de ellas está escondido un trocito de alguna letra. Por eso, hasta que no mueras (y acabes tu rompecabezas -que por algo se llama así-) no creas saber la palabra que se esconde. No digas ser infeliz cuando ni siquiera has vivido.
El recuerdo es un sentimiento, el más mutable de todos.
No, no me esperes, vete. Karen.
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