Eres la canción que escucho en este momento. Eres mis vueltas de reloj. Mi kilómetro cero. La sonrisa.
No hago las maletas porque no tengo nada que llevarme. No me despido de nadie porque nadie está a mi lado. Respiro profundamente, me guardo las ganas de no creer y las sujeto bien fuerte con los nudos de mi garganta. Salgo a la calle; el asfalto desprende olor a gasolina y a noches de locura. Camino agotada, sin nada en el estómago a parte de las miles de mariposas que me dejaste. Pretendo que no estés demasiado lejos y que en el camino olvide que te quiero.
Sí.
Sí a darme a la fuga, a perseguir nubes los días de sol, a construir castillos de arena bajo el mar, a saltar desde el balcón, a dormir con la ventana abierta. Sí a todos los días de invierno, sí a los kilómetros que pienso recorrer, a los minutos de vida que me quedan, a correr hasta morir. Sí a viajar en globo, a no sonreír si no me da la gana, a no prohibirme pensar en ti, a dejar de lado mi pasado vacío. Sí a todo lo que me pidas, a todo lo que me digas. Sí a ti.
El tú del que huyo no es el mismo tú al que voy. Karen.
Qué sensación la de leerte y percibir, una vez más, que los hilvanes de las palabras que tejes son un reflejo, fiel, de huellas, pasos y emociones que vivo y siento...
ResponderEliminarMe gusta tu estilo directo