Se trata de respirar profundamente e intentar no estallar en mil pedacitos.
Al primer contacto sientes una textura rugosa pero no demasiado como para hacer daño, luego saboreas mejor y te das cuenta que el sabor suave y dulce (como si masticaras granos de azúcar) va acompañado de una textura lisa y ¡TAN POCO CONSISTENTE! que parece agua -recuerdas cuando llorabas y sonríes porque tienes una paradoja más para la colección- El sabor, a demás de dulce, tiene, de a ratos, insinuaciones a jalapeños rojos. Te arde la boca y sigues probando porque sabes que tarde o temprano encontrarás el azúcar de nuevo. La sensación es perfecta. El sabor se te queda en la boca laaaaaaargo rato -era necesario alargar la a, sí- Pero, como todas las cosas: se acaba.
De acuerdo, no es muy difícil, lo tienes claro desde el primer momento: necesitas más, y ahora.
Te crecen barrotes y el techo se te viene abajo; sientes cómo el aire entra y se aloja en tus pulmones pero no tienes ni la más remota idea de qué hace ahí, cuánto tiempo se quedará ni cómo coño lo sacas. Ocupa espacio y te agobia; las verdades se te acumulan en el pecho y sabes exactamente lo que necesitas.
Un dosis. Pequeña. Es droga. No hay nada más placentero. Te haces mayor, y la dosis también. Crisis en el contrabando del material. Crisis personal. No hay perdón para quién te la dejó probar. Pierdes todo por un poco de Libertad. Libertad escasea y mueres por inanición.
Maldita libertad.
Por lo menos, murió limando los barrotes.
Estoy ocupada custodiando mi libertad. Karen.
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