Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Estoy ocupada vigilando mi libertad.

Oh, libertad. 
Se trata de respirar profundamente e intentar no estallar en mil pedacitos.

Al primer contacto sientes una textura rugosa pero no demasiado como para hacer daño, luego saboreas mejor y te das cuenta que el sabor suave y dulce (como si masticaras granos de azúcar) va acompañado de una textura lisa y ¡TAN POCO CONSISTENTE! que parece agua -recuerdas cuando llorabas y sonríes porque tienes una paradoja más para la colección- El sabor, a demás de dulce, tiene, de a ratos, insinuaciones a jalapeños rojos. Te arde la boca y sigues probando porque sabes que tarde o temprano encontrarás el azúcar de nuevo. La sensación es perfecta. El sabor se te queda en la boca laaaaaaargo rato -era necesario alargar la a, sí- Pero, como todas las cosas: se acaba. 
De acuerdo, no es muy difícil, lo tienes claro desde el primer momento: necesitas más, y ahora. 
Te crecen barrotes y el techo se te viene abajo; sientes cómo el aire entra y se aloja en tus pulmones pero no tienes ni la más remota idea de qué hace ahí, cuánto tiempo se quedará ni cómo coño lo sacas. Ocupa espacio y te agobia; las verdades se te acumulan en el pecho y sabes exactamente lo que necesitas. 

Un dosis. Pequeña. Es droga. No hay nada más placentero. Te haces mayor, y la dosis también. Crisis en el contrabando del material. Crisis personal. No hay perdón para quién te la dejó probar. Pierdes todo por un poco de Libertad. Libertad escasea y mueres por inanición. 
Maldita libertad. 
Por lo menos, murió limando los barrotes. 


Estoy ocupada custodiando mi libertad. Karen.

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