Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

La muerte viaja en ambulancias blancas.

Hacer una triplevoltereta mientras aguanto la respiración e intento no pensar en ti. Contar hasta mil novecientas noventa y nueve ovejas y quedarme dormida sin llegar a las dos mil. Caerme de pie y vivir 7 vidas, como los gatos. Creer que puedo llegar a la meta antes de oír el disparo del inicio de carrera. Pensar. Morir. Y una ambulancia blanca...  pongamos que hablo de ti (parafraseando a Sabina).

Se me resbalan las oportunidades por las mejillas, me oxido los labios y te recuerdo.

Para morir hace falta ¡tan poco! Pero es ¡tanto! lo que tengo guardado. No necesito echarlo, pero... algún día -no muy lejano, preveo- no tendré espacio para más... entonces no podré guardarme nada y... bueno... ya sabes... sí, eso. Escucharás lo que ya sabes y... tú sabrás lo que haces.

Ya son muchos años en esa ambulancia... doctores sin licenciatura que te practican el RCP, chutes de adrenalina que no te despiertan, alcoholes de contrabando que te dan vida y te regresan de golpe a la camilla dura y fría (esa realidad tan desabrida)... y miras la ventana: la ciudad se aleja, vas de camino al hospital y te mueres sin haber vivido. Todo es tan.... ¡tan café con leche! como diría Cortázar. Te quedas como Oliveira sin Maga, como Talita sin Traveler, sin piedra para jugar a la rayuela ni cigarro con un buen mate... Te quedas con exceso de oxígeno porque no tuviste con quien compartirlo, con huecos en las manos porque nadie te las cogió. Te quedas solo, porque la soledad no es tonta y al cielo no te acompaña.

Pero... quizás algún rebelde sin cuidado decida saltarse la luz roja del semáforo y obligar a tu ambulancia a cambiar de carril. 

Hay una jeringuilla en el lavabo, pongamos que hablo de Madrid. Karen.

2 comentarios:

  1. Creo que casi todos mueren sin haber vivido (me gusta mucho la frase).

    La última frase da algo de esperanza al texto.

    Saludos.

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  2. Casi todos no son todos... y yo no quiero ser "todos". Tú tampoco, ¿verdad?
    La esperanza nunca falta, y a veces se tiene demasiada.
    Saludos a ti también.

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