Si me dices que este no fue el motivo, ya puedes ir dándote contra la pared y evitarme el trabajo de odiarte. Casi que mejor miénteme, me gusta. No, no me gusta que me mientas, pero... te queda ¡tan bien! la mentira en los ojitos... te brillan, como supernovas apunto de morir. Entonces mueren y pestañeas, se te acaba la magia y la tristeza se transforma en verdad. La verdad no es mala, pero viste guadaña y le va el rollo death metal, lleva pircings hasta donde te estás imaginando, y en la boca le crecen mentiras.
Ay tus ojos.
Sospecho que algo de triste tienen tus ojos cuando me cuentas que ayer conociste una princesa y que, perdidos, el dragón os llenó el cuerpo de calor.
Sospecho que algo de triste tienen tus ojos -ay tus ojos- cuando me miras, te ries, y finjes, como yo, que eres feliz.
¡Ya sé porque tus ojos brillan! Me hablan en código morse para que, con los mios cerrados, te toque y lea en voz alta las palabras que te escondes en la piel. Venga... ¿a que es divertido? ¡Juguemos! Se llama mentira y no hay reglamento... haz lo que te plazca; te todas formas, vas a ganar tú.
Sospecho que algo de triste tienen tus ojos cuando de pronto suspiras, creyendo que no te miro, y le sonríes al reloj.
Sospecho que algo de triste tiene este juego que tanto me hace reír.
Pero, oye, no hay nada mejor que hacer. Karen.
Aunque sea pensando en que lo hacen para no hacer daño... duele tanto la mentira... duele tanto el engaño... y la dura observación de saberse...
ResponderEliminarBonita historia para caminar por el alambre de la verdad incómoda
Lo que realmente duele es la verdad (la mentira cuando se descubre)..
ResponderEliminarTienes razón. La mentira no duele porque hay ignorancia. Lo que se clava en el alma es el conocimiento de la verdad. Me gustó tu texto. Si me dejas me guardo un pequeño sitio en tu rincón para visitarte más veces. saludos
ResponderEliminarCuantas veces desees (; me pasaré por el tuyo.
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