Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

martes, 10 de enero de 2012

Las grietas del techo se echaron a llorar.

Mi síndrome de Stendhal se deteriora con rápidez y maldigo el día en que desee no tenerlo. El vértigo a mirar hacia adelante se difumina entre colores alucinógenos y entre el sonido retumbante de mi corazón dándose de bruces contra la pared de mi pecho -cuando se maldecía por su mala suerte-. 
Sin el síndrome, aquí todo está demasiado callado. El bumbumbumdedoloresdecabeza lleva bozal en la boca y candado en los párpados -seguridad anti-sueños-. 
Viajes imaginarios hacia los picos más altos, cuerdas desafinadas, y recuerdos vagos de funambulistas que tocaban el violín mientras sus monociclos se paseaban de punta a punta. Y todo porque el vértigo se fue con el síndrome.
La confusión sigue ahí, qué pena. 
Ahí, bajo las cuerdas. Bajo la epidermis, dentro de los poros y tatuada en los ojos. La confusión de contradicciones e historias inventadas a base de recuerdos que no existían -ni existirán-. La confusión de saberte ahí, de usarte de pronombre en cada frase mal hecha, de no poder sacarte de mis bolsillos.... porque ya los sueños se me quedan pequeños. 

Me explico:
Las grietas se dolían y, al morir, me dejaron kilos de baldes de agua fría como herencia. Gracias.
Ya no hay grietas, pero me siento tentada a golpear las fisuras con los rotos de lo que me quede de la botella de whisky que era sólo para mí. 
Y mientras lo aguante, gastaré mi reserva de sonrisas bien dibujadas. Usaré reloj para que crean que lo que suena es mi ritmo cardíaco.Fingiré que le tengo miedo a las alturas cuando me quieran subir a alguna nube. Y me daré a las drogas de diseño para seguir alucinando.

Sin síndrome ni causa. Karen.


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