La tristeza es líquida. Se expande por todo el cuerpo, ahogando tus ideas.
Bajo el agua, parece que todo va más despacito. Te da la sensación de que puedes aguantar la respiración eternamente, y cuando te propones respirar, ya te has ahogado. Y como ya no hay solución, no te esfuerzas por salir de ahí. Estás atado porque en realidad no quieres escapar. En realidad....en realidad no quieres nada que no sea que la marea te lleve. Sabes que al final desearás haber respirado cuando aún podías, pero...hay que vivir el presente, dicen.
Soy triste por naturaleza. Lo soy incluso cuando estoy feliz, porque así me hicieron y porque ¡la gente no cambia! Y porque...bueno, después de la calma vienen mil tormentas.
La tristeza líquida es fácil de contener. Pero la rabia. Esa puta es sólida y te golpea desde dentro, pide salir a gritos hasta que lo consigue, haciéndote daño a ti y a todos. Te oprime el corazón haciendo que la tristeza se te desborde a raudales por ojos. Entonces la tristeza se comprime y deja de ser tan controlable.
Karen.
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