El sexto sentido de los cojones lo tengo muy desarrollado contigo. Y no sé cómo, pero siempre acabo sorprendiéndome. Noto los síntomas y me ato nudos a la garganta para no gritar. Entonces respiro y se me pasa... No, en realidad no se me pasa. En realidad me entra el pánico porque sé lo que está por venir, porque no es la primera ni la segunda vez que pasa, y porque ya soy un poco inmortal por haber muerto tantas veces de la misma manera.
Es una sensación extraña. Es como si me hundiera y sintiera el aire acabarse poco a poco... pero a sabiendas de que gané, de que yo tenía razón: pasaría. Y no hice nada por evitarlo...
No hice nada por evitarlo porque, ¡coño!, porque no sabía cómo.
A veces, si eres un buen observador, no es necesario que te confirmen hipótesis.
Siempre que vuelve el déjà vu me entran unas ganas increíbles de estropear lo que me queda de lo que más aprecio, de tirarme con ello por la borda. No sé, de vender mi corazón por algo que me sea más útil. Pero no sé que mierdas pasa que siempre acabo igual, a medio camino entre sé lo que pasa y no quiero aceptarlo.
No sé qué veis cuando me miráis, pero yo cuando me miro al espejo no veo a nadie. Quizás una buena ración de canciones tristes.
Me hubiese gustado nacer oruga, hacerme mariposa, conocer mundo y morir a los pies de una farola.
Karen.
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