...y gracias a Dios que no, porque la usaría. Una vez. Quizás. No.
Cada noche estaría bajo mi almohada, matando a cada sueño que se atreva a molestarme mientras duermo. La cargaría con balas perdidas y la acariciaría mientras contemplo mi traslúcida vida, llena de fantasmas que esquivan disparos. Prometería llevarla siempre conmigo, por si un día me da por rendirme. Creo que hasta le pondría un nombre y le explicaría cosas de la vida que ni yo misma entiendo, pero aun así lo haría porque es mi deber. Y aún a sabiendas de que no debo presionar su gatillo, me pasaría el día rozándolo y pretendiendo que soy mayor (mientras me fumo un canuto, por eso de la imagen). Tendría que aprender a controlar mi rabia (defendiendo la alegría) para no tener que pedir perdón después. Casi que sería divertido ver cómo la gente se aparta de mí; esta vez con un motivo tangible. Y digo divertido porque al reír también salen lágrimas y mola más.
Si tuviese una pistola no me daría miedo la luz, pero la oscuridad seguiría quitándome el aliento. Sé que lo sabéis, pero es mi deber aclarar que: oscuridad es metáfora. De las grandes, de esas que abarcan tantas cosas que no pueden explicarse usando otra palabra. Una metáfora a la que, si pudiera, dispararía si tuviese una pistola. Aunque bueno, la oscuridad sin metáfora también me da miedo. Por eso no cierro los ojos durante demasiado tiempo, y por eso a veces me cuesta dormir. Supongo.
I don't have a gun, pero tengo un diccionario.
Karen.
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