Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

domingo, 13 de enero de 2013

Nunca decir adiós, siempre hasta la vista.

No me he despedido de ninguna manera, pero ese aire nostálgico me resultaba demasiado premonitorio, y cuando vi que alguien se alejaba, supe que era una despedida. Es una de esas veces en las que te vas sin hacer el equipaje, cargando sólo con ese nudo mal atado de la garganta que pretende retenerte las lágrimas.
Entonces comprendí que mi vida no son las páginas de un bonito libro, pero los días pasan igual que las hojas de uno cualquiera.
Me recuerdo a mí misma, un día, sentada en el suelo del autobús, leyendo un libro cogido de la biblioteca (que eso tampoco era para siempre), con el pelo cubriéndome los ojos porque la noche anterior no había podido dormir y pensando en todo menos en lo que estaba leyendo. Ahora pienso que ahí empezó todo, realmente.
No diré eso de "tampoco es para tanto", porque sí lo es, ¿vale?
No me he despedido porque no he querido (tampoco tengo el valor necesario), pero si me obligan... he de hacerlo. De todas maneras, no me despido con un adiós porque sé que la vida son tres estúpidos ciclos que se repiten insanamente hasta la muerte. Y porque... tengo que aprender a reír con los recuerdo bonitos, en lugar de llorar por todos, y porque un hasta la vista es bastante esperanzador.


Paz, Karen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes gritar. O hablar, si lo prefieres.