Las cosas aparentemente fáciles son esas que todo el mundo sabe que son difíciles, y son esas mismas que te acojonan de miedo. Por eso siempre le doy cuatro vueltas y dos hostias a todo. Bueno... si bien a todo no, a casi todo. Pero las cosas aparentemente difíciles son, en definitiva, difíciles. De todas maneras, no se pierde mucho tiempo en darle vueltas a las cosas, y como encima es gratis...¡venga, adelante!, en fin ¿por qué no?
Cuando tengo algo tan fácil frente a mis narices, me pellizco para comprobar que no estoy soñando. Luego me arrepiento porque ¡auch! duele, pero bah... algún día será un sueño y me daré las gracias por ese pellizco. Y sí, digo "algún día" aunque sepa que es una expresión de mierda.
En otro orden de las cosas: llama a las cosas por su nombre y triunfarás. Y, por supuesto, está de más decir que esta es una de esas cosas aparentemente fáciles.
Todo esto viene a cuento porque yo creía que ser un escorpión era lo mío, que encima de fácil (sin aparentemente) era lo que se me daba bien, y resulta que se me da la pena de mal y que yo lo que quiero son flores y corazones.
Lo del título es el prefacio de otra historia.
Karen.
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