Quizás sea porque vivo en el pasado, o porque no sé avanzar...quizás no quiero.
A veces te entra un impulso irrefrenable de salir corriendo y dejar a un lado cualquier cosa que no sea especialmente importante, y ahí es cuando te preguntas qué es importante. Así, dedicas un montón de horas -en las que podrías estar haciendo cosas útiles como escribir un libro, plantar un árbol o intentar tener un hijo cinco veces en el asiento de atrás de un coche- a meditar y sumirte en la más profunda locura para acabar más perdido que antes, más solo, más triste y con más ganas de salir corriendo.
Después de algunas cervezas se te ocurre que podría ser que no tengas nada importante en tu vida, pero tampoco puedes salir corriendo porque te da miedo equivocarte. Prefieres seguir con un pie en la rutina que te han impuesto y el otro colgando de una nube, presumiendo de libertad cuando en realidad no tienes.
Pasan 3 años y, aunque han pasado cosas, todo sigue igual. Los mismos clavos, la misma cruz. Y aunque todo siga igual, pesan más los años que todos los libros donde has estado buscando una respuesta. Miras hacia adelante y eres incapaz de imaginarte dentro de 3 años más, porque no sabes ni dónde quieres estar ni dónde se supone que deberías. Y no sé, es triste.
A veces te entra un impulso irrefrenable de girar hacia la izquierda en una vía de dos direcciones.
3 años después te preguntarás por qué no lo hiciste, o quizás darás gracias a algún dios por no haberlo hecho, mientras sonríes feliz a la persona que se sienta a tu lado en esa mesa para dos y que te invita a salir corriendo.
Karen.
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