Me abruma tanto sinsentido. Odio que las cosas no parezcan lo que son. Me entristece el tictac del reloj.
No puedo hacer que vuelvan las horas los meses los años, y se me va el aire cada vez que pienso que el tiempo se me agota -gota a gota, por las noches-.
Quizás soy una exagerada, quizás en otra vida fui poeta... ¿Qué importa?
Soy capaz de encontrar bastantes soluciones, pero nunca podré ponerlas en práctica porque no puedo cambiar... Y sin embargo, la gente cambia constantemente.
Me abruma tanto sinsentido, tanta teoría, tanta soledad...
Se me comen los días y espero (¡qué mala costumbre esa de esperar!) a que un día cualquiera cambie otra vez. Supongo que esto es como la lotería, y nunca he sabido jugar.
A veces me gustaría darle al botón de apagado, y no lo hago por la misma razón por la que deseo hacerlo: cobardía.
La más pura y sincera cobardía es el miedo a ser feliz.
No sólo es tristeza, es un montón de palabras feas y ganas de borrarlas, es el tiempo persiguiéndome, son besos encerrados en una botella... Es invierno frío de calles vacías.
Karen.
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