Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

martes, 18 de junio de 2013

No sólo es tristeza.

Me abruma tanto sinsentido. Odio que las cosas no parezcan lo que son. Me entristece el tictac del reloj.

No puedo hacer nada por cambiar; no puedo hacer que las canciones me vuelvan a sonreír, ni que los pecados me den igual. Tampoco puedo esperar obtener todo lo que pido (ahora que he aprendido a pedir; ahora que es demasiado tarde). No puedo jugar a ser Dios y mover fichas a mi antojo; no puedo, sencillamente no puedo, ser como era antes... Cuando no me importaba nada, cuando cedía y lloraba a escondidas pero no me importaba, cuando no tenía tanto orgullo y cuando... cuando creía en lo que quería creer. Cuando, sin saber muy bien por qué, fumaba sin saber hacerlo. Cuando creía que el amor era eso.
No puedo hacer que vuelvan las horas los meses los años, y se me va el aire cada vez que pienso que el tiempo se me agota -gota a gota, por las noches-.
Quizás soy una exagerada, quizás en otra vida fui poeta... ¿Qué importa?
Soy capaz de encontrar bastantes soluciones, pero nunca podré ponerlas en práctica porque no puedo cambiar... Y sin embargo, la gente cambia constantemente.
Me abruma tanto sinsentido, tanta teoría, tanta soledad...
Se me comen los días y espero (¡qué mala costumbre esa de esperar!) a que un día cualquiera cambie otra vez. Supongo que esto es como la lotería, y nunca he sabido jugar.
A veces me gustaría darle al botón de apagado, y no lo hago por la misma razón por la que deseo hacerlo: cobardía.
La más pura y sincera cobardía es el miedo a ser feliz.
No sólo es tristeza, es un montón de palabras feas y ganas de borrarlas, es el tiempo persiguiéndome, son besos encerrados en una botella... Es invierno frío de calles vacías.

Karen. 

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