La verdad es que no sé en qué coño pienso, ni por qué hago lo que hago; pero supongo que a todos nos pasa algo parecido.
Ya me hacía la idea, pero fue una noche no muy fría de otoño cuando me di cuenta de la espinita que tengo clavada en el pecho, de ti. Venía yo de hacer cosas que no están nada bien y te miré como se mira a las cosas que se miran por primera vez; sentí un ligero déjà vu con sabor a cebada, sentí un cierto olor ferroso y el dolor de algo punzante en el pecho. Te miré y supe que aunque contigo duela, sin ti duele más. Fue como un pequeño desastre natural dentro de mi cabeza, un ¡mierda! escrito con carmín en el espejo de un lavabo, una certeza vestida de certeza... Un adiós mal escrito en un papel de liar.
Sé que no te irás (tampoco lo quiero). Huir no es la solución.
Nada de esto es triste; por lo contrario, es lo más bonito que pudo pasarme nunca. Sólo deseo ser la espinita de alguien, y una noche de otoño (o cualquier otro día) darme cuenta y dejar de hacer daño.
Sólo deseo hacer lo que me han hecho, por puro y sincero egoísmo.
Karen.
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