Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

lunes, 27 de enero de 2014

No sirvo para escribir, pero me mola hacerlo.

 Cada martes y jueves por la noche, en la postura de la vela, haciendo ustrasana, o el simple siddhasana, cuando se supone que no debo pensar, se me ocurren miles de formas de poner por escrito el revoltijo de cosas que me rondan día sí y día también. Recuerdo lo que sé que no debe ser recordado y olvido lo que tengo que recordar -¡vaya!- y me apetece escribir sobre ello, sobre lo que se siente cuando tienes que moverte de formas ridículas y sobre lo que imagino que piensan los demás presentes. La rubia seguro que está pensando en cómo tirarse al profesor. La mujer del tatuaje de la clave de sol estará pensando, seguramente, en su dolor de espaldas. El que tiene la misma esterilla azul que yo… aún no acabo de imaginarme qué podrá estar pensando, pero sé que lo hace. El señor que siempre va en pantalones cortos y nos vende naranjas seguro que no está pensando en nada, y es de admirar; es el único que se lo toma en serio, inspira y espira justo cuando hay que hacerlo y nunca abre los ojos si no es estrictamente necesario. Invertimos tiempo y cuarenta euros mensuales para escuchar y hacer oídos sordos; no entiendo por qué.  
Al principio, mis palabras favoritas eran, sin duda, “preparaos para el relax final”, porque podía dejar de pretender que cuando hay que bajar en chaturanga, lo disfruto. Ahora mis palabras favoritas son diferentes cada día y procuro que no se me olviden jamás.

Cuando entiendes que la mente también necesita que la cuiden, empiezas a preocuparte y te tomas en serio las palabras de un señor que no te conoce, pero joder… Qué razón tiene a veces.

Karen.

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