Todo lo odiaba. La risa, el chiste, los besos, el secreto. Odiaba cada segundo de su existencia, la respiración entrecortada, el coche y los lunares de su cara. Ah, cómo no, odiaba el color de sus ojos, la carita de tonto, los portales a medianoche, el silencio. Odiaba todo lo que fuese odiable, y lo que no también, porque en ese momento hubiese hecho cualquier cosa por no ver cómo te marchabas.
Antes el cielo y las estrellas, el parque y los calcetines. Ahora el cubata, los condones y la fiesta.Vuelve a ser verano y joder, caminas de una manera tan tan peculiar...
Karen.
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