Cambiamos. Por eso siempre tenemos algo
que contarnos.
Un día eres un alcohólico cierra bares,
al siguiente le das al budismo y rollos espirituales. Y, no sé, me parece
curioso. Es jodidamente fácil dejarse llevar por el momento y pretender que
eres algo que no.
Que no en absoluto.
Cambiamos. Por eso los amantes dejan de
amarse y los desconocidos se abrazan.
Es necesario que cambiemos, que seamos
capaces de adaptarnos a lo que va llegando, pero también es necesario que no
nos olvidemos de nosotros mismos –de ese que nunca cambia, a pesar de todo–.
Tanto
cambio nos consume poco a poco. Tanta fragilidad nos hace vulnerables.
Cambiamos. Por eso, cuando me veo al
espejo y me pregunto por qué, no
entiendo nada. Nada en absoluto.
Karen.
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