Todo el sueño que no he soñado se me ha acumulado entre ayer y hoy.
Hace ya unos cuantos días que no podía dormir más de cuatro horas, por pasar las noches hablando y, cuando intentaba dormir, pensando. No se puede dormir si tienes algo en la cabeza, porque le das vueltas como un tiovivo mal ajustado, que al final te marea y acabas por derrumbarte (regresando a la idea inicial).
No pensar.
Pensar que no debo pensar, es un pensamiento, con lo cual… no se puede evitar no pensar. Siempre se tiene algo rondando por ahí arriba, algo que no te deja en paz. Sin embargo, a veces me ha pasado que dejo mi mente en blanco, sólo rellena de las gloriosas notas musicales provenientes de las manos de Steve Vai. Me dejo caer los párpados, dejo de mirar las estrellas, y siento como el viento de la madrugada me revuelve el pelo y me eriza el vello de la piel. Es una sensación tan simple, que hace que deje de pensar en nada más. Mis conflictos mentales desaparecen y me dan una tregua hasta el día siguiente. Pero sólo a veces.
Que ¿en qué pienso? En lo de siempre.
Pienso en las palabras (las dichas, las ocultas, las obviadas, las sutiles, las hermosas, las que duelen, las olvidadas, las que vendrán, las que pudieron haber sido…) Pienso en cada conversación que he tenido y cada una de ellas que me encantaría tener. Pienso en una vieja situación y las palabras que yo debería haber dicho, en lugar de las que solté. Luego de un rato: pienso que pierdo mi tiempo. ¡Las palabras son de las pocas cosas que no se pueden recoger! Ya están dichas… entonces ¿por qué pienso en ellas como si pudiera cambiarlas?
Lo he intentado, pero cada madrugada acabo quedándome dormida con el mismo pensamiento en la cabeza: no debes hacer esto.
No debo pensar en las palabras.
Pero… no se puede evitar, es decir: ¿cómo controlas algo involuntario?
Si centro mi mente en otra cosa… pero, a esas horas no queda más por hacer, quizá por eso no quiero ir a dormir, para tener la mente a otra cosa.
Creo que le doy demasiada importancia a las palabras… ¿acaso soy la única?
Dormid, Karen
No eres la única, no podemos evitar asociar nuestros pensamientos a las palabras, de ahí que tengamos tan a menudo esas conversaciones interiores. Es uno de los milagros del ser humano, combinar letras, caracteres y sonidos, para traducir la vida, o simplemente para intentar expresar lo que encierra el alma. Besos.
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