No sé cómo lo hace (o quizás sí) pero el muy estúpido siempre regresa. Regresa de ese sitio tan oscuro y sin salida en el que lo encierro. Y es que, después de matarlo unas cuantas veces (de todas las formas que sean físicamente posibles, y de las que no también) me aburrí de ver cómo revivía. Cada vez regresaba mejor, con más vida, más color, con ganas de cogerme bien fuerte de la mano para no soltarme nunca; de apretarme el corazón para que le quepa en la mano y poder controlarlo a su gusto. Así que decidí enterrarlo, arrinconarlo, ahogarlo y no dejarlo revivir, a ver si así me dejaba en paz.
Y es que "¡qué bien saben morir algunas cosas que ya estaban muertas!"
Adquieren práctica, se hacen más fuerte en cada último aliento y se burlan... Ese maldito inmortal se burla de mí, cada vez que regresa, cuando me sonríe y me dice: deja de querer olvidarme, soy tu recuerdo.
En serio, dejadlo, son inmortales, Karen.
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