Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

viernes, 18 de mayo de 2012

Matar madrugadas para que no te maten ellas a ti.

Las letras que merecen la pena siempre vienen de algo que no lo merece.
Al menos eso me digo cada noche como si de un ritual se tratase. Luego junto cada mierda con su correspondiente verso y confirmo la hipótesis. Lo de contar ovejas viene después.
Si el tiempo es favorable, abro las ventanas de par en par, y, cual idílica escena cinematográfica, fumo lentamente.... Esto sería verdad si tuviese cigarros, o, simplemente, si me gustara fumar.
Matar sentimientos sin sentimentalismos, valga la redundancia. De eso se trata todo.
No necesito flores ni bombones, tampoco los quiero. Creo que tengo alergia al polen, y no voy a arriesgarme.
Me repugnan las esquinas. Sólo sirven para acumular cosas, de todo menos polvos. En una tengo una telaraña, y en ella tengo una araña. Lleva tu segundo nombre; ha sacado tus ojos. Me repugnan las arañas.
Pero... ya sabéis: esa telaraña que cuelga de mi habitación, no la quito, no hace nada, sólo ocupa su rincón.
Ocupa muchisisisisisiiiiiisimo espacio, pero se ve ¡tan bonita! Con sus hileras de seda.... entrevesados proteicos  que cuentan tres historias: la tuya, la mía, y la que pudo ser nuestra.
Solía pasar madrugadas enteras, con los ojos abiertos en la oscuridad, mirando hacia esa esquina... imaginando la telaraña, porque la conocía al detalle. Imaginaba que llovía y que las enormes gotas de agua caían en la red. Llovía a menudo; yo solía ser esa gota, tú solías ser la red.
Bueno, ocupaba su rincón y me ayudaba en eso de la imaginación. Intenté varias veces quitar la telaraña, pero mi habitación se quedaba vacía. Intenté quitar sólo una parte de ella (la parte más bonita) pero... se me agotaba la inspiración. Y de lo que he escrito, lo poco que merece la pena, siempre siempre siempre viene de esa parte bonita que se empeña en no dejarme dormir. Esa parte tan asquerosamente bonita. Bah, tengo mucha imaginación, seguro que no era tan bonita.
Intenté matarte. 
No me odies por ello, tienes razones mejores para hacerlo. ¿No? Al menos yo sí.
Decidí dejar la telaraña. Asumir su existencia, su intromisión en mi espacio. La verdad es que amo que ocupen mi espacio -que me invadan y me colonicen- pero me quitaba espacio para cosas realmente importantes. No es que no seas importante -telaraña suya- pero poco a poco la araña me fue enseñando los dientes y le vi el veneno. Un par de veces lo probé. Dolió. Me curé. Tengo 54 cicatrices y todas me las hice de la misma forma.
Va siendo hora de hacer limpieza. QUE YA NO PUEDO NI RESPIRAR, LA TELARAÑA LO OCUPA TODO.
Siempre he sabido cuál era la solución, pero una parte de mí prefería hacerse la imbécil.

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