Cuando pierdas, no llores.
Utilicemos una negativa optimista y démosle la vuelta a todo. Seamos estúpidos y cerremos los ojos cuando el contrincante se aproxime a darnos ese golpe de gancho que nos dejará ko.
Y, una vez en el suelo... olvida que sigues en el ring, que alguna vez tuviste la oportunidad de ganar y que los guantes ya te pesan. Vuelve a cerrar los ojos, levántate y sonríe. Levántate y grita, o canta, o descarga tu ira sobre el oponente, pero jamás (he dicho JAMÁS) llores.
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