He estado pensando que hay demasiadas pocas cosas importantes en mi vida. Esto supone un problema de dimensiones estratosféricas que no puedo controlar. Al fin y al cabo, las cosas importantes nunca dejan de serlo. Una de esas pocas cosas importantes es mi manía con los guiones. Es muy probable que cada frase que haya dicho alguna vez esté previamente elaborada con un suntuoso cuidado. La idea principal no suelo modificarla, pero he de admitir que las correcciones sólo me han servido para encaminar la conversación hacia un callejón sin salida donde el que acorrala soy yo. Es la idea que tengo de ganar. ¡Y lo hago bien! No sé por qué cojones al final siempre salgo perdiendo.
Hmmm, me hago una ligera idea del por qué. La idea principal de escribir esto no era hablar de mí, de hecho, la idea era hablar del mundo en general. Porque me he cansado de escribir sobre el odio (a veces sobre el amor) y sobre la inmensa tristeza que acompaña a los días de lluvia sin ningún sofá ni botellas de vino. Sin embargo, heme aquí: sola, con calcetines dispares, una película cursidramática en pause, millones de ideas dándome vueltas en la cabeza, y hablando sobre mí. La diferencia es que no estoy a disgusto, es un verdadero alivio y placer estar aquí escribiendo sobre mí sin esconderme de nadie. Y si me encuentras, enhorabuena.
Seguidamente diré que si no puedo dormir es exclusivamente culpa mía.
Y para terminar, decir que hace un buen día a pesar de tener en el pecho un Everest a tamaño escala.
Karen.