Probé con etílicos y amarillos, autoayuda, yoga y
meditación. Lo intenté con el peligro y contigo. Me arriesgué jugando a ver qué
pasaba y perdí. ¡Lo hice todo! -no lo
que debería-. Y quizás por eso ya no me queda absolutamente nada que sentir.
Tengo un escorpión ataráxico bajo la piel que me cuenta
de cuando tenía alma, de cuando sentía y se emocionaba con cualquier estupidez…
Me dice que no está tan mal, que uno se acostumbra a ello. Por no tener, no tiene
esperanza (ni nada que perder); sabe que nunca tendrá pesadillas, ni sueños por
los que morirse. Pero sé que me ha mentido.
Probaré con lo que sea. Haré cualquier cosa que no quiera
hacer, me moriré de miedo y me pondré en situaciones peligrosas; me haré
llorar. Porque… he sido de tantas formas, que ya no sé
cómo me gusto menos.
Lo probé todo, hasta rendirme –que es lo que mejor se me
da-.
El silencio no existe, pero a veces aparece
y, joder, es un cabrón.
Karen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes gritar. O hablar, si lo prefieres.