Lo que más odio de viajar es hacer el equipaje. Meter todo en un espacio aparentemente pequeño y luego irme...sin más.
No hace falta irse muy lejos, de hecho...no hace falta moverse. Tampoco hace falta tener maletas ni ropa que meter.
Lo que más odio de viajar es prepararme para el viaje
(porque los únicos viajes que molan son los ilegales).
Quisiera no tener que viajar nunca y sin embargo, lo hago demasiado a menudo. Vivo entre despedida y despedida, y sólo agito la mano de derecha a izquierda indiferentemente hasta que se cierran las puertas del vagón y ya entonces se me salen las lagrimillas. Porque se supone que soy una
tía dura, y llorar no va conmigo. Se supone que no me importa nada, que practico la ataraxia, que todo lo perdono y que siempre tengo la culpa de todo. Se supone que no debo suponer, pero ya es un hobby.
Lo que más odio de viajar es llegar al sitio nuevo y darme cuenta de lo mucho que me gustaba el sitio anterior. Y tener que regresar otra vez porque soy incapaz de pensar en otra cosa.
Lo que más odio de viajar son las noches sin dormir.
Si viajar no fuera tan fácil, no lo haría nunca y pretendería crecer en un sólo sitio, echar raíces y quizás alguna flor. Pero cuanto antes asumamos lo que hay, menos tiempo perderemos en intentar cambiar lo que no se puede cambiar.
Lo que más odio de viajar, es tener que hacerlo sola. Aunque de todas formas, siempre regreso.
Karen.
Tranqui, que estoy muy bien.