Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

domingo, 29 de enero de 2012

No me digas ven, porque iré.

No me digas ¡quiéreme!, porque ya lo hago.
No me digas que no me quieres, porque no dejaré de hacerlo yo.

Y al final, resultó que siempre fui yo: eterna mentira, sonrisas mal dibujadas, sentimiento cero, trozos de letras que alguna vez junté porque se veían bonitas y así.
Vacío existencial. Confirmación desoladora. Una vez escribí algo y se hizo realidad.
Una vez escribí algo... una vez nunca dije nada. 

Busco labios sabor alcohol. Busco tus ojos en otra cara. Busco palabras entre el café de las 3. Busco que me hagan reír. Busco todos los sueños que soñé. Busco sincronización cardíaca. Busco tu voz. Busco cerquita, por si tengo algo... pero nunca hay nada.
Encontré alcohol en botella. Encontré tus ojos en su sitio. Encontré tus palabras en mi café de las 3. Encontré la risa. Encontré los sueños en mi almohada. Encontré un fallo técnico. Encontré tu voz donde la había dejado. Encontré una silla donde sentarme a esperar encontrar algo diferente. 

Y volveré, y no buscaré nada, y encontraré lo de siempre... Y, no pasa nada, ¿no?

Frases inconexas, como tú y como yo, que se me resbalan de los dedos cuando hago como que sujeto al sujeto adecuado.  
Sabes que no. Sé que no. Sabemos que no. 

Y volveré, y volveré a lo que temo como futuro, y volveré a recordarte sólo por llevar la contraria. 

Frases inconexas porque me da la gana. Inconexión permanente para cuando toca ser yo. Y así... 

Por el momento, me toca ser todo eso que no soy. Karen.


jueves, 26 de enero de 2012

Me acuerdo de ti, me cago en tus muertos.

Me perdí
               en el espejo
                                  mientras tú
                                                   dejabas de estar
                                                                            a mi lado.

"Bajé las escaleras, sí, de dos en dos... perdí, al bajar, el norte y la respiración".

Caes... caes, vuelves a caer, caes, y demuestras a medio mundo que de física no tienes ni idea, que los pozos no tienen fondo y así. Del caes al caos hay una letra, y un hombre descubre que olvidó lo que tenía que hacer.
Catarsis mental para recuperar el equilibrio nervioso que perdí mientras me las hacía de funambulista con mis ojos yendo de los tuyos a la pared, y de la pared de vuelta a los tuyos. 
Casi que no vivo para contarlo. Eso de los pozos sin fondo se hace realidad en tus pupilas... pero con tu iris salvavidas me lanzo a mar abierto: mar de mieles y misterios, de maravillas malabares y de mi morfina matutina. 
Caos hasta en mis bosillos, ocupando el espacio que va dejando el tiempo... el tiempo que se me va deslizando hasta caer, y me ata con la soga al techo... al techo de tu habitación llena de gente... llena de gente que no soy yo.
Caminando siempre hacia atrás, con la mirada en el horizonte.
Colibrí de alas carmesí y se acabó.

Ce, ce, ce... ce. Centrarme. Tengo que centrarme. Karen.

lunes, 23 de enero de 2012

Derivados de ti.


Para empezar, no sé por dónde cojones hacerlo. Sí, me ha dado por la escritura dura, ápera y vulgar -es para ir acorde con la vida-.
Me siento en la mesita del café de las 3 y dibujo 3 rayitas paralelas de algo parecido al azúcar pero más blanco y prepotente, con aires de heroína. 
Me entra sueño y te veo y me río por la paradoja.

Al techo de la habitación le crecen estrellas y me enfado porque todas me sonríen: ¡son felices las muy putas!
Me entra hambre y cojo lo primero que tengo a mano: el pastel de setas, para tomarlo con dietilamida del ácido lisérgico-d, LSD para los colegas... que, ya hay confianza.
Salgo al jardín y descubro que el cielo no está donde debería. Al suelo le faltan trozos y las horas de los relojes blandos van cayendo poco a poco como en el cuadro de Dalí. Te veo, me has seguido desde dentro... te maldigo y me sonríes. ¡Me sonríes y te odio!
¡Qué bien, joder, una piscina!
Me sumerjo, lleno mis pulmones de cloroformo y me voy a domir.

Le doy a muchas cosas con tal de odiarte. Karen.

miércoles, 18 de enero de 2012

Para que te quieran, hay que querer.

Un día te levantas y el mundo ya no es lo que era. 
El cielo parece estar más cerca; te asomas por la ventana, y mientras el viento mañanero te da en la cara, ves al tiempo pasar despacito por la calle de abajo -carga con sus maletas llenas de cosas que no importan-.
No llueve, pero enormes bolas de agua se congelan antes de golpearte -una nube sobre tu cabeza-. Y entonces ocurre. Te preguntas: ¿tanto he dormido?
Fuiste, sin duda, la noche más larga de mi vida. No lo niego... dormí como nadie, soñé como nadie y desperté siendo nadie. 
No es nada extraño. Me lo esperaba. Gasté demasiado tiempo libre que no tenía en palabras disfrazadas de mentira. Y todo -ay, todo...- fue por creer que dormir es lo único que se hace por las noches. 

Sólo quiero ser. Ser simplemente. Ser sin más. Ser. Ser como una hoja diminuta. Una hoja diminuta que desde siempre encontró su lugar entre las ramas de un árbol. Un árbol que sólo la dejará ir el día que se sienta amarilla y con ganas de morir. Entonces la hoja, muriendo, encuentra también su sitio entre las demás hojas del suelo. Encajando entre ellas como los engranajes de mi reloj. De mi reloj cuando marcaba la hora maldita en que decidí ir a dormir.
Buena noche, cariño. Buena noche. ¡Buena noche! Y al despertar, recuerdame lo que eras, mientras lo olvidas tú. Resultó que esa noche, ni la luna quiso salir.

Para despertar, primero hay que dormir... así como para que te quieran, primero debes querer; y después: dejar que te quieran.

Os quiero, a todos. A ti también. Lo quiero todo.  Karen.

sábado, 14 de enero de 2012

Cuenta atrás.

Hay 5 cosas que necesito que sepas, 4, 3, y 2 segundos me quedan para decirte que... 1, 0.

El espejo retrovisor del coche me mira malamente. Me molesta. Le desafío. Entramos en discusión y pierdo el rumbo por dejar de mirar hacia delante.

Ando persiguiendo las horas que son palíndromos, para pedir los deseos que las estrellas fugaces
-entre sus prisas- no me han cumplido aún.

11:11 Sé feliz. Karen.

martes, 10 de enero de 2012

Las grietas del techo se echaron a llorar.

Mi síndrome de Stendhal se deteriora con rápidez y maldigo el día en que desee no tenerlo. El vértigo a mirar hacia adelante se difumina entre colores alucinógenos y entre el sonido retumbante de mi corazón dándose de bruces contra la pared de mi pecho -cuando se maldecía por su mala suerte-. 
Sin el síndrome, aquí todo está demasiado callado. El bumbumbumdedoloresdecabeza lleva bozal en la boca y candado en los párpados -seguridad anti-sueños-. 
Viajes imaginarios hacia los picos más altos, cuerdas desafinadas, y recuerdos vagos de funambulistas que tocaban el violín mientras sus monociclos se paseaban de punta a punta. Y todo porque el vértigo se fue con el síndrome.
La confusión sigue ahí, qué pena. 
Ahí, bajo las cuerdas. Bajo la epidermis, dentro de los poros y tatuada en los ojos. La confusión de contradicciones e historias inventadas a base de recuerdos que no existían -ni existirán-. La confusión de saberte ahí, de usarte de pronombre en cada frase mal hecha, de no poder sacarte de mis bolsillos.... porque ya los sueños se me quedan pequeños. 

Me explico:
Las grietas se dolían y, al morir, me dejaron kilos de baldes de agua fría como herencia. Gracias.
Ya no hay grietas, pero me siento tentada a golpear las fisuras con los rotos de lo que me quede de la botella de whisky que era sólo para mí. 
Y mientras lo aguante, gastaré mi reserva de sonrisas bien dibujadas. Usaré reloj para que crean que lo que suena es mi ritmo cardíaco.Fingiré que le tengo miedo a las alturas cuando me quieran subir a alguna nube. Y me daré a las drogas de diseño para seguir alucinando.

Sin síndrome ni causa. Karen.


viernes, 6 de enero de 2012

Tuve que aprender a morir.

Me cansé de fingir que sabía vivir y decidí aprender a morir.
No me resultó demasiado difícil... el secreto estaba en dejar que tu voz en mi cabeza siguiera hablando, y que mis ojos siguieran buscándote donde nunca has estado. Todo esto, tras repetirme que no te fuiste porque nunca llegaste. 
Terapia de choque como método para olvidar, y tarrinas de helado de chocolate para propiciar su eficacia. Chutes de adrenalina para compensar la falta de tus sonrisas. 
Y cuando te empiece a recordar... ay. Tengo que pensar en un plan B, en un plan C, en cómo coño le hago para no joder los planes y así.
Tuve que aprender a morir porque me aburría de morir sin saber cómo lo hacía. Me aburrí de despertarme cada día y descubrir lo frustante que es saber que estás muerto pero que tu corazón sigue latiendo. Bumbumbumbum... ¿lo escuchas? Deberías, porque desde luego que mi corazón no está conmigo. Te lo vendí hace tiempo (demasiado) por un par de noches con Luna, tres vueltas a la manzana y una tableta de chocolate.
No lo quiero de vuelta, gracias.
Estoy trabajando en eso de comprarme uno nuevo. Mientras tanto, me aguantaré las ganas de dejar de morir y empezar a morir de verdad. 

Aprende a morir mientras aún puedas. Karen.

jueves, 5 de enero de 2012

365 Mentiras al año.

Lo de que no me marco metas a comienzo de año para no odiarme cuando no las cumpla es mentira. 
Es mentira que no te escribo a ti -siempre ha sido mentira, ¿no?- 
Eso que digo siempre, eso también es mentira.
Y a veces, mi sonrisa es una gran mentira. Duele. 
Es mentira que no me de miedo, al igual que es mentira que no te quiero.

Pero, si bien es comienzo de año -momento de hacer borrón y cuenta nueva, de limpiar y tirar lo inservible- no me apetece sacar todo lo que me guardo para quitarle el polvo y quedarme al descubierto.
Así que, como cada año... supondré (cosa mala; no lo hagáis) que sigo en mi eterno 31 de diciembre, que el tiempo no pasa, que aún no tengo nada que recordar -a ver si se me muere la fe y despierto un poco.-

A todo esto, sed felices.

No es un comienzo, es una vuelta al principio. Karen.