Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.
Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.
martes, 28 de febrero de 2012
domingo, 26 de febrero de 2012
Yo antes hablaba de amor.
Noto el salir y el entrar de ese aire contaminado de mentira y de colillas, mientras mi mejilla sonrojada hace contraste de temperaturas contra el asfalto lleno de mierda. Lleno de huellas de otras mejillas y de otros pies; como los del que me mira desde arriba.
Y mi mirada: perdida.
Echo candado a los ojos y sigo a mi tarea de dejar entrar el aire; hasta que decida que es suficiente y probar suerte.
-Despierta- dice su voz rota por el alcohol. Y al abrir los ojos: los suyos.
Me giro y me quedo mirando de frente al techo de esa calle muerta de frío y de nadie. Me fijo en las fisuras del cielo, en los trazos de olor a glicerina que trae el viento, en el olor a tabaco de ayer de mi abrigo de cuero... pero no me fijo en cómo me toca. Ni en su boca que desprende alcohol, locura y un vaho que me recuerda que hace frío.
Estúpidas estrellas que sonríen. ¡Estúpida luna oxidada! Llevas ya tantos golpes, se te nota en tu brillo. Llevas ya tantos días a escondidas... Hueles a sueños en descomposición, a esperanzas muertas y a un poco de ilusión.
¡Narcóticos sentimientos que me entumecen el corazón!; sin embargo, aún oigo cómo grita desesperado mientras lo ahogo en sustancias ilegales y me doy a la fuga. Salió todo mal. Huía y tomé el camino incorrecto; llegué a tus ojos y ahí me perdí. Un poco más de Jack Daniel's, te pedí apurando la última de Ballantines para tener donde apagar el cigarro (aunque ni siquiera fumo).
Sé que el asfalto está frío. Y me pregunto si es por mí o por ti que ya no siento nada.
Te noto distante y un asqueroso nihilismo me da de bruces en el alma: me da 500 puñaladas, me maldice y me recuerda que no soy nadie ni aquí ni allá. Me vuelvo a la vida y vous restez avec moi?
Ahora hablo de nadie. Karen.
viernes, 24 de febrero de 2012
Entre idiotas nos entendemos bien.
¿Conoces ya la novedad? Amaneció.
Para festejarlo, esparcí las cenizas de la luna -ais, mi luna- subida a una nube. Pero tranqui, que no lloré. Tampoco sentí el crujir lacónico del sístole. No entristecí, ni siquiera sentí nada.
Ahí me pregunté ciertas cosas: ¿si el sol tardó tanto en salir fue porque la noche era eterna, porque yo cerré los ojos para que no acabara nunca, porque se quedó dormido el sol? ¿o acaso temía conocer otra cosa distinta a la luna? Sí, ¡eso es! Temía lo que, al final, acabó pasando. ¿Y sabes una cosa? Cuando pasó, no temí, ni mucho menos.
En el minuto antes del segundo exacto antes de esparcir sus cenizas se me cruzó algo por la mente. Era un barquito de papel y me decía que antes de salir del puerto, ya había naufragado. Confieso que me dio un poco de pena... Las lagrimillas hacían cola para salir, pero -lo siento- tuve que cerrar las persianas. Es que no me apetecía ver llover; y, sin embargo: quería tormenta.
Y aun ahora: quiero. Truenos, rayos, centellas, calor, humedad, viento, ¡joder!, emoción, adrenalina, ruido, tempestad, truenos, rayos, centellas.
Mi luna sin ombligo me contaba cuentos al oído; a veces me juraba que no eran cuentos, pero yo sabía que me mentía (justo como hacía yo). Shhhh.
¡Todo era tan oscuro("tan profundo y negro")! Me gustaba, pero lo malo de la noche es cuando aprieta el frío. Calada hasta los huesos, el corazón se me hacía pequeñito y.... joder, ¿en serio? Bah.
Lo importante es que amaneció. Lo sé, penas está saliendo por el horizonte. El cielo se ve hermoso con esos colores de mejillas sonrojadas.... ¡lo que daría por ver la luna! (Miento poquito. Adivina dónde).
Y ahora, mientras esparzo tus cenizas (porque son tuyas, ¿sabes?) recuerdo que la noche a veces era muy clara, pero que yo -en mi empeño por fracasar- no quise abrir los ojos.
No me arrepiento. No me enorgullezco.
Y sentada mientras te despido, te digo "hasta mañana".
¿Maduraremos? Karen.
Para festejarlo, esparcí las cenizas de la luna -ais, mi luna- subida a una nube. Pero tranqui, que no lloré. Tampoco sentí el crujir lacónico del sístole. No entristecí, ni siquiera sentí nada.
Ahí me pregunté ciertas cosas: ¿si el sol tardó tanto en salir fue porque la noche era eterna, porque yo cerré los ojos para que no acabara nunca, porque se quedó dormido el sol? ¿o acaso temía conocer otra cosa distinta a la luna? Sí, ¡eso es! Temía lo que, al final, acabó pasando. ¿Y sabes una cosa? Cuando pasó, no temí, ni mucho menos.
En el minuto antes del segundo exacto antes de esparcir sus cenizas se me cruzó algo por la mente. Era un barquito de papel y me decía que antes de salir del puerto, ya había naufragado. Confieso que me dio un poco de pena... Las lagrimillas hacían cola para salir, pero -lo siento- tuve que cerrar las persianas. Es que no me apetecía ver llover; y, sin embargo: quería tormenta.
Y aun ahora: quiero. Truenos, rayos, centellas, calor, humedad, viento, ¡joder!, emoción, adrenalina, ruido, tempestad, truenos, rayos, centellas.
Mi luna sin ombligo me contaba cuentos al oído; a veces me juraba que no eran cuentos, pero yo sabía que me mentía (justo como hacía yo). Shhhh.
¡Todo era tan oscuro("tan profundo y negro")! Me gustaba, pero lo malo de la noche es cuando aprieta el frío. Calada hasta los huesos, el corazón se me hacía pequeñito y.... joder, ¿en serio? Bah.
Lo importante es que amaneció. Lo sé, penas está saliendo por el horizonte. El cielo se ve hermoso con esos colores de mejillas sonrojadas.... ¡lo que daría por ver la luna! (Miento poquito. Adivina dónde).
Y ahora, mientras esparzo tus cenizas (porque son tuyas, ¿sabes?) recuerdo que la noche a veces era muy clara, pero que yo -en mi empeño por fracasar- no quise abrir los ojos.
No me arrepiento. No me enorgullezco.
Y sentada mientras te despido, te digo "hasta mañana".
¿Maduraremos? Karen.
martes, 21 de febrero de 2012
Aun no te conocía, cuando empecé a olvidarte.
En el balcón del séptimo piso está creciendo cicuta. El vecino del quinto deja caer las colillas de su cigarro de después mientras la ve marchar -a ella- que ni se despidió. En un ataque de celos, el del noveno B dispara contra la pared; y unos dedos temblorosos, al otro lado, marcan al 911. En el último piso las ventanas están abiertas de par en par, dejan que la ardiente se marche lento, lento, y no despiertan para que no se acabe la noche. A las puertas del portal duermen mil sueños, y otros mil flotan entre lo que quedó de la botella. Por las escaleras sube aquel, el que un día juró que por ella nunca se iba a matar... y como un fantasma, se cuela en su habitación. Por la ventana del octavo C se asoman unos ojos tristes, unas ganas infinitas de coger ese tren y el recuerdo embotellado de tres noches a escondidas.
En la ciudad las aceras están mojadas -no ha llovido-, los coches bostezan y las farolas cierran los ojitos. El sol nos invita a cerrar las persianas y.... ¿Y lo que me costó escribir sin usar tu pronombre?
Así, sin más y por nada. Karen.
En la ciudad las aceras están mojadas -no ha llovido-, los coches bostezan y las farolas cierran los ojitos. El sol nos invita a cerrar las persianas y.... ¿Y lo que me costó escribir sin usar tu pronombre?
Así, sin más y por nada. Karen.
jueves, 16 de febrero de 2012
No me sonrías ni me huyas, que no vengo a saludarte.
No entiendo muchas cosas, y entre ellas: a mí.
La luna se encuentra en lo alto de la estantería. Siempre he sido bajita, los tacones no me ayudan lo suficiente y ya empiezo a cansarme. Descubro que en lo más bajo de la estantería están esas páginas de libros que jamás entendí (por aquello de la paciencia) y sonrío. Sonrío mucho porque ya las entiendo.
A falta de locura, me busco una cuerda. Con ella intento hacerme una escalera, pero el poker. Lo sé, joder, nunca le caí bien al estúpido azar. Por no seguir jugando, me detengo un momento a ver si hay algo interesante. Cajitas. De colores. ¡Oh, pero si tienen corazones! Pero no; tengo mejores cosas que hacer que ponerme a recordar.
Y sola -no podía ser de otra forma- al final del tercer estante, hay una bola de metal. La recuerdo bien; sé que es de metal porque es mía, pero no lo parece -ni brillante, ni consistente-. No debería, pero me acerco; tengo intenciones de cogerla entre mis manos, de acariciarla y decirle oye, tranqui, no pasa nada. Entonces me llega ese (d)olor: cenizas de sueños que quemé, de noches en vela, del cigarro de después, cenizas tuyas y mías y suyas y nuestras y vuestras. La cojo con cuidado -no vaya a pasar lo que sé que pasará- y compruebo que sí lo recordaba bien: no es metal, pero quiere serlo. Y no sabe por qué quiere serlo si sabe que no es lo mejor que puede ser.
Las cuerdas rotas del quinto estante chillan y lloran desconsoladas mientras la radio del estante de abajo narra el resumen de las noticias del mes.
Me sobresalto y, sin querer -aun sabiendo que pasaría-, un microimpulso nervioso me hizo casicerrar la mano y... la bolita que quería ser metal se me deshizo entre los dedos. Me quedaron diminutos trocitos de lo que era; entonces la luna hizo de lago y los trocitos de piedrecitas, y así, con mala puntería... ya sabéis: esta noche a tu ventana tira piedras la luna (8)
No entiendo muchas cosas. No sé decir algunas otras. No me doy cuenta de muchas más. No me fijé en lo que había en el séptimo huequecito de la estantería.... no lo quise ver. No lo siento, que es lo peor. Y no preguntes, que no voy a contestar.
No se vende la luna en botella, ni las estrellas son caramelos, pero oye.... ¿para qué queremos más?
No vengo a despedirme. Karen.
La luna se encuentra en lo alto de la estantería. Siempre he sido bajita, los tacones no me ayudan lo suficiente y ya empiezo a cansarme. Descubro que en lo más bajo de la estantería están esas páginas de libros que jamás entendí (por aquello de la paciencia) y sonrío. Sonrío mucho porque ya las entiendo.
A falta de locura, me busco una cuerda. Con ella intento hacerme una escalera, pero el poker. Lo sé, joder, nunca le caí bien al estúpido azar. Por no seguir jugando, me detengo un momento a ver si hay algo interesante. Cajitas. De colores. ¡Oh, pero si tienen corazones! Pero no; tengo mejores cosas que hacer que ponerme a recordar.
Y sola -no podía ser de otra forma- al final del tercer estante, hay una bola de metal. La recuerdo bien; sé que es de metal porque es mía, pero no lo parece -ni brillante, ni consistente-. No debería, pero me acerco; tengo intenciones de cogerla entre mis manos, de acariciarla y decirle oye, tranqui, no pasa nada. Entonces me llega ese (d)olor: cenizas de sueños que quemé, de noches en vela, del cigarro de después, cenizas tuyas y mías y suyas y nuestras y vuestras. La cojo con cuidado -no vaya a pasar lo que sé que pasará- y compruebo que sí lo recordaba bien: no es metal, pero quiere serlo. Y no sabe por qué quiere serlo si sabe que no es lo mejor que puede ser.
Las cuerdas rotas del quinto estante chillan y lloran desconsoladas mientras la radio del estante de abajo narra el resumen de las noticias del mes.
Me sobresalto y, sin querer -aun sabiendo que pasaría-, un microimpulso nervioso me hizo casicerrar la mano y... la bolita que quería ser metal se me deshizo entre los dedos. Me quedaron diminutos trocitos de lo que era; entonces la luna hizo de lago y los trocitos de piedrecitas, y así, con mala puntería... ya sabéis: esta noche a tu ventana tira piedras la luna (8)
No entiendo muchas cosas. No sé decir algunas otras. No me doy cuenta de muchas más. No me fijé en lo que había en el séptimo huequecito de la estantería.... no lo quise ver. No lo siento, que es lo peor. Y no preguntes, que no voy a contestar.
No se vende la luna en botella, ni las estrellas son caramelos, pero oye.... ¿para qué queremos más?
No vengo a despedirme. Karen.
domingo, 12 de febrero de 2012
Misantropía.
Sé que no debería escribir; odio mi manera de hacerlo.
Y con la misantropía a flor de piel, me siento a esperar que la luna pierda el equilibrio y caiga en mi jardín.
No puede ser tan malo. Sería como el sonido crujiente de los nudillos en tu cara, pero a lo grande. Y todo estaría bien -no pasaría nada- porque todo se acabaría (sin preliminares ni reverencias finales) y... bueno, ¿qué más da, si el problema no es la muerte sino el dolor?
Me declaro misántropa. Pero tranquilos, no tengo licencia para matar y, para más seguridad: fingiré que no os odio :)
Kisses, and more kisses. Karen.
Y con la misantropía a flor de piel, me siento a esperar que la luna pierda el equilibrio y caiga en mi jardín.
No puede ser tan malo. Sería como el sonido crujiente de los nudillos en tu cara, pero a lo grande. Y todo estaría bien -no pasaría nada- porque todo se acabaría (sin preliminares ni reverencias finales) y... bueno, ¿qué más da, si el problema no es la muerte sino el dolor?
Me declaro misántropa. Pero tranquilos, no tengo licencia para matar y, para más seguridad: fingiré que no os odio :)
Kisses, and more kisses. Karen.
martes, 7 de febrero de 2012
Me consuela que no me leáis :)
Las botellas se van acumulando en el suelo de mi cabeza, el humo me atosiga el corazón y empiezo a creer que se me ha olvidado cómo escribir.
Las ideas se me superponen y forman figuras extrañas de geometría euclidiana que ni logro imaginar; entonces olvido todo y sólo recuerdo que me apetece fumar.
Los recuerdos que no me sucedieron tienen tus ojos y me persiguen mientras deliro... sonrisas de Cheshire que bailan sobre mi cabeza, ríos metafísicos donde Oliveira habla en gíglico con la Maga, ciclación de cafeína y cocaína... Entonces despierto agitada y Erwin Schrödinger me susurra que el gato fantasma no está ni vivo ni muerto.
Lo esencial es el qué.
Lo primordial es que no sé de qué cojones hablar sin usar tu pronombre pensando en tu nombre mientras hago como que no hablo de ti -ay, de ti-. Collejas mentales y de un trago me olvido de ti -se hace así ¿no?- Y mientas las hormigas se me suben por el cuello, bajan y bajan y bajan, metamorfosis de mariposa y habitan mis tripas... pienso en el Perro Andaluz de Buñuel.
Ok, de acuerdo -sí, me cansé de empezar los párrafos con L- ya sé la respuesta -a parte de aquella que siempre es: no-. Filósofos de antaño y ante-antaño y ante-ante-ante-antaño se morían por saber la respuesta estúpida a la pregunta más idiota que nunca se han hecho ¿quién soy? Bueno, con dos cojones, un día como hoy -07/02/2012 20:51pm noche fría, oleada siberiana despidiéndose de nosotros los misébiles mortales- yo, con el pelo húmedo tras la ducha, os digo que tengo la respuesta. Sí, sí, he dado con ella. No ha sido nada fácil. Y con nada me refiero a que no he hecho nada... Ha venido a mí. Me he sentado y, a falta de amor, la respuesta llamó a mi puerta.
Respuesta: soy lo que creo que no soy.
JAJAJAJAJAJAJAJAJA nah, en serio... menuda estupidez. (Seguro que alguien se detiene un momento a pensar en ello y resulta que no tiene tanto de JAJAJA como muchos creéis.)
Para asuntos más importantes, tomemos una copa - dice Oscar Wilde mientras compartimos el café de medianoche.
Y una mosca que vuela del revés -¿así, Polanco?- gira gira y gira en su ballet de los cisnes deseando ser princesa. Yo le digo que no sueñe, que los príncipes se han extinguido hace ya muchos siglos y sólo quedan sapos, que ni saben blandir una espada, ni tienen valor para ir contra el dragón, y que ni siquiera llevan corona porque se les escurre.
Después de esta sarta de sinsentidos*, respiro profundamente las rayas de algo que no es azúcar y que -casualmente- se encuentran enfiladas paralelamente en mi mesa, y os digo:
1) Nada de esto tiene interpretaciones -más sólo las de mi amigo Freud, ¿lo sabéis, no?-
2) ¿Quieres claridad? ¿Precisión? ¿Dirección? La respuesta es sí, deja de jugar.
3) Vale, ignora la 2)
4) Mañana visitaré los estanques, seguro que un sapo se hace príncipe.
5) A veces no soy estúpida.
6) Hablando en términos reales: para cumplir la 4) necesito tres cosas:
a) Un lugar.
b) Un tiempo.
c) Tú.
PD: tómatelo como algo personal, al fin y al cabo, eres persona, como yo.
* Dícese de la carencia** absoluta de sentidos.
** Misteriosa semejanza carencia-Karen***
*** Yo.
Definitivamente. Karen.
Las ideas se me superponen y forman figuras extrañas de geometría euclidiana que ni logro imaginar; entonces olvido todo y sólo recuerdo que me apetece fumar.
Los recuerdos que no me sucedieron tienen tus ojos y me persiguen mientras deliro... sonrisas de Cheshire que bailan sobre mi cabeza, ríos metafísicos donde Oliveira habla en gíglico con la Maga, ciclación de cafeína y cocaína... Entonces despierto agitada y Erwin Schrödinger me susurra que el gato fantasma no está ni vivo ni muerto.
Lo esencial es el qué.
Lo primordial es que no sé de qué cojones hablar sin usar tu pronombre pensando en tu nombre mientras hago como que no hablo de ti -ay, de ti-. Collejas mentales y de un trago me olvido de ti -se hace así ¿no?- Y mientas las hormigas se me suben por el cuello, bajan y bajan y bajan, metamorfosis de mariposa y habitan mis tripas... pienso en el Perro Andaluz de Buñuel.
Ok, de acuerdo -sí, me cansé de empezar los párrafos con L- ya sé la respuesta -a parte de aquella que siempre es: no-. Filósofos de antaño y ante-antaño y ante-ante-ante-antaño se morían por saber la respuesta estúpida a la pregunta más idiota que nunca se han hecho ¿quién soy? Bueno, con dos cojones, un día como hoy -07/02/2012 20:51pm noche fría, oleada siberiana despidiéndose de nosotros los misébiles mortales- yo, con el pelo húmedo tras la ducha, os digo que tengo la respuesta. Sí, sí, he dado con ella. No ha sido nada fácil. Y con nada me refiero a que no he hecho nada... Ha venido a mí. Me he sentado y, a falta de amor, la respuesta llamó a mi puerta.
Respuesta: soy lo que creo que no soy.
JAJAJAJAJAJAJAJAJA nah, en serio... menuda estupidez. (Seguro que alguien se detiene un momento a pensar en ello y resulta que no tiene tanto de JAJAJA como muchos creéis.)
Para asuntos más importantes, tomemos una copa - dice Oscar Wilde mientras compartimos el café de medianoche.
Y una mosca que vuela del revés -¿así, Polanco?- gira gira y gira en su ballet de los cisnes deseando ser princesa. Yo le digo que no sueñe, que los príncipes se han extinguido hace ya muchos siglos y sólo quedan sapos, que ni saben blandir una espada, ni tienen valor para ir contra el dragón, y que ni siquiera llevan corona porque se les escurre.
Después de esta sarta de sinsentidos*, respiro profundamente las rayas de algo que no es azúcar y que -casualmente- se encuentran enfiladas paralelamente en mi mesa, y os digo:
1) Nada de esto tiene interpretaciones -más sólo las de mi amigo Freud, ¿lo sabéis, no?-
2) ¿Quieres claridad? ¿Precisión? ¿Dirección? La respuesta es sí, deja de jugar.
3) Vale, ignora la 2)
4) Mañana visitaré los estanques, seguro que un sapo se hace príncipe.
5) A veces no soy estúpida.
6) Hablando en términos reales: para cumplir la 4) necesito tres cosas:
a) Un lugar.
b) Un tiempo.
c) Tú.
PD: tómatelo como algo personal, al fin y al cabo, eres persona, como yo.
* Dícese de la carencia** absoluta de sentidos.
** Misteriosa semejanza carencia-Karen***
*** Yo.
Definitivamente. Karen.
jueves, 2 de febrero de 2012
Febril.
Alguien me está esperando con demasiada fuerza.
No soy yo, es él. Me prohíbo los sucesos -los interesantes, los verdaderos... lo que quiero- y lo hago única y exclusivamente porque deseo que me encuentres pronto -quizás con demasiada fuerza-.
Me declaro culpable de lo que fui, de lo que soy, y, sobretodo, de lo que seré. Sé que los cimientos ya están en su sitio. Que las bases están sentadas. Que por eso no me pongo de pie. También sé que siempre creí en nada. Que nada era lo que quería. Y que lo que quiero no está.
Me declaro dueña de tus pasos. Sé que los míos se han extraviado. Que los hombres son de marte y las mujeres de venus. Que Sartre dijo que estamos condenados a ser libres. Sé que no sé cómo quiero hacer las cosas. Tampoco sé cuándo las quiero hacer, ni dónde, ni con quién (permíteme mentir).
Alguien me grita que lo estoy haciendo mal.
No eres tú, soy yo - me grito.
Me declaro culpable de mentira, de engaño y de traición. No voy a excusarme, no lo hago sin darme cuenta. Me miento, me engaño y traiciono... para reírme si me dices que me quieres.
¡Lo estás haciendo mal!
Sé que el universo tiende a la entropía. Que el caos está bien, pero el orden es lo políticamente correcto. Sé que necesito alas -de esas que se venden en botella o en pastilla-. Sé que está mal. Que lo natural es estar entrópico, inventarse palabras e ir descalzos por la vida.
No busco que me escuches, y me encanta escribirte porque sé que no lo haces.
¡Te quieroaaarg! lo siento... sólo eres costumbre.
No soy tú, pero tú eres yo. Y harta que estoy de encontrarte a dondequiera que vaya; pero si te dejo, me dejaría a mí también...
Alguien me dijo alguna vez cómo soy.
No se equivocaba, soy yo. Piel, palabras y calor escondido. ¿Es que nadie sabe dónde encontrarlo?
No. No y no. NO. Definitivamente la respuesta es sí, pero... no, por favor. Y no, no lo sé... y sin embargo.
Cabe aclarar(te) que no hablo de ti... pero me encantaría.
Oh, ¡por favor! venga..... no me mires así.... es que.... cada día es más.... difícil intentar.....
Bah, adiós. Karen.
No soy yo, es él. Me prohíbo los sucesos -los interesantes, los verdaderos... lo que quiero- y lo hago única y exclusivamente porque deseo que me encuentres pronto -quizás con demasiada fuerza-.
Me declaro culpable de lo que fui, de lo que soy, y, sobretodo, de lo que seré. Sé que los cimientos ya están en su sitio. Que las bases están sentadas. Que por eso no me pongo de pie. También sé que siempre creí en nada. Que nada era lo que quería. Y que lo que quiero no está.
Me declaro dueña de tus pasos. Sé que los míos se han extraviado. Que los hombres son de marte y las mujeres de venus. Que Sartre dijo que estamos condenados a ser libres. Sé que no sé cómo quiero hacer las cosas. Tampoco sé cuándo las quiero hacer, ni dónde, ni con quién (permíteme mentir).
Alguien me grita que lo estoy haciendo mal.
No eres tú, soy yo - me grito.
Me declaro culpable de mentira, de engaño y de traición. No voy a excusarme, no lo hago sin darme cuenta. Me miento, me engaño y traiciono... para reírme si me dices que me quieres.
¡Lo estás haciendo mal!
Sé que el universo tiende a la entropía. Que el caos está bien, pero el orden es lo políticamente correcto. Sé que necesito alas -de esas que se venden en botella o en pastilla-. Sé que está mal. Que lo natural es estar entrópico, inventarse palabras e ir descalzos por la vida.
No busco que me escuches, y me encanta escribirte porque sé que no lo haces.
¡Te quieroaaarg! lo siento... sólo eres costumbre.
No soy tú, pero tú eres yo. Y harta que estoy de encontrarte a dondequiera que vaya; pero si te dejo, me dejaría a mí también...
Alguien me dijo alguna vez cómo soy.
No se equivocaba, soy yo. Piel, palabras y calor escondido. ¿Es que nadie sabe dónde encontrarlo?
No. No y no. NO. Definitivamente la respuesta es sí, pero... no, por favor. Y no, no lo sé... y sin embargo.
Cabe aclarar(te) que no hablo de ti... pero me encantaría.
Oh, ¡por favor! venga..... no me mires así.... es que.... cada día es más.... difícil intentar.....
Bah, adiós. Karen.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Primero el final.
Ya no quedan finales vivieron felices para siempre, comieron perdices, fin.
Ya no quedan sapos que sean príncipes.
Ya no quedan princesas.
Ya no quedan historias, pero cuentos sobran.
Primero el final, que si algo tiene que acabar, que sea por el principio.
Karen.
Ya no quedan sapos que sean príncipes.
Ya no quedan princesas.
Ya no quedan historias, pero cuentos sobran.
Primero el final, que si algo tiene que acabar, que sea por el principio.
Karen.
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