Vendo mi alma al primero que pase porque el diablo se olvidó de mí.

Dejad los pretextos, la vida necesita más párrafos.

martes, 31 de diciembre de 2013

365 llamadas perdidas, y las que faltan.

Será divertido, lo pasaréis bien, beberéis mucho y mal, os desearéis un feliz año -por pura cortesía-, amaneceréis todos con resaca, y os contaréis vuestra noche o pediréis a alguien que por favor os cuente qué pasó ayer.
Hoy es el último día del año, pero mañana todo seguirá siendo igual. No sé qué coño celebráis.

Karen.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Uno menos y restando.

Pudo haber sido mejor pero... Lo reconozco, este año no ha sido tan malo.
Este año ha sido una parodia al dilema de Schopenhauer, tres años comprimidos en 12 meses, una lista en reproducción aleatoria, un cóctel molotov los meses pares y una sonrisa a medio hacer.
Ha sido bonito, joder.
No sé cómo ha pasado, y tampoco sé si está bien, pero creo que he llegado a una conclusión. Ha sido este año. Me he hecho a la idea de mi lugar en esta historia; que, aunque ni me agrada ni me disgusta, me hace sentir que formo parte de algo pequeño que un día será algo importante -el título de un libro, o alguna chorrada de esas-. No sé, se siente bastante bien, y a veces también se siente muy mal.
A veces creo que llegué demasiado pronto al final de la historia, que me adelanté muchos años, que llegué antes que tú, que menuda mierda tener que esperar. Pero otras veces creo que nunca he llegado a ningún sitio, que no hay sitio al que llegar y que, simplemente, me mola sufrir. Por eso, el haber llegado a una conclusión y el ponerle un nombre a lo que pasa, hace que respire con un poco más de tranquilidad...
hace que me deje llevar
y que cierre los ojos
antes de cruzar.
Porque, puestos a ahogarnos, que sea en cerveza.

No sé, ni me importa, si el año que viene será mejor. Tampoco importa si este año viene con tormentas, desordenando todo lo que con trabajo y lágrimas me ha costado organizar, ni si de pronto pierdo el rumbo y me encuentro otra vez sin saber muy bien qué coño se supone que tengo que hacer, ni tampoco importa si descubro que la conclusión a la que llegué este año no vale una puta mierda para el siguiente.
No importa, porque este año descubrí
que lo más bonito de mi historia
es que sé cómo acaba
pero no cómo empieza.

Karen.


viernes, 20 de diciembre de 2013

Bucle repetitivo.

Cayó el telón.
Se desplomaron las ruinas, los mensajes de auxilio se perdieron en algún punto entre tu casa y la mía, se murieron todas las estrellas una por una, y tú sonreías -como siempre-.
He vuelto a tener otro de esos insights asquerosos que te desajustan todo y te sumergen en la más absoluta miseria. Y esta vez ha sido tan fuerte, que me planteo seriamente hacer algo al respecto en lugar de dejarlo pasar como he hecho con todos los demás -que me decían exactamente lo mismo que este, pero con cariño-. Joder, fue alucinante. Aún me tiembla el pulso y siento esa absurda necesidad de escribir, quizás sea ansiedad, o simplemente una manera de aplazar lo que sé que tiene que pasar. Fue como si de pronto, en medio de la película, empezasen a salir los créditos y encendieran las luces. Fue como un balde de agua helada, un ¡mierda! susurrado hacia el suelo, una despedida sin ganas, un ¿de verdad? que aún no sé cómo formular.
Quizás fue el efecto de todos los anteriores lo que ha hecho que este insight sea especialmente cruel. No sé, quizás estoy exagerando. Quizás lo único que ha pasado es que he abierto los ojos, he visto que todo lo que me decían era verdad, y... ¡vaya! me siento como una imbécil por haber defendido una causa que nunca hizo nada por merecerlo.
Y sí, es bastante previsible que escriba esto -por Dios, ojalá me estés leyendo-, pero ya no me importa nada, ni nada me volverá a importar. Si alguna vez he dicho que ¡a la mierda la estúpida ataraxia! me arrepiento, porque es lo único que me ha ayudado a no rendirme más de lo acordado.

No es justo, espero que lo sepas.

Karen.

jueves, 19 de diciembre de 2013

De pronto todo lo que llevo escrito ha cobrado sentido.

Hicimos el amor
una vez que sentimos el frío.
Y el resultado fue, ya lo ves
más o menos como en los erizos.
-Nacho Vegas-

A menudo pienso que somos como los erizos del dilema de Schopenhauer; mientras más cerca, más daño nos hacemos, pero mientras más lejos... más frío sentimos. Y sentimos ¡tanto! frío, que supongo que merecía la pena arriesgarnos a morir.
No es que me guste discutir, pero prefiero la rabia a la tristeza; simplemente, prefiero que me odies un par de días, a odiarte yo a ti unas semanas.
El mundo en plenas compras navideñas y nosotros en agosto; en un desierto en medio del oasis, observando cómo se nos congela el aliento en los cristales. Ay, como los erizos.
Pero basta ya de cursidramatismos, por favor.
Anoche soñé que jugaba a una especie de retorcida ruleta rusa con un montón de gente importante para mí. Cada vez que me tocaba a mí, sentía un miedo tremendo a morir, y un alivio me recorría todo el cuerpo cuando la pistola no cumplía con su objetivo y pasaba al siguiente. Entonces suena un disparo y, no sé,  pero me sentí una completa egoísta. Luego me desperté y ¡mierda! en diez minutos suena la alarma.
Karen.

martes, 10 de diciembre de 2013

Déjame a mi suerte.

"Déjame que decida que la vida fue el único error."

Es bueno saber cuándo retirarse y soltar las armas. Es necesario aceptar que a veces, la mejor estrategia es no tener ninguna; y bueno, las ganas de volver no tardan mucho en aparecer.
El escorpión que me acompaña ha huido de mí hace un par de días; ya notaba su ausencia, pero hoy he querido que regrese, y que me haga ser mala con los que se lo merecen. Se fue con su veneno y yo, bueno... me quedé sin armas, rindiéndome a contravoluntad, en el inmenso vacío que sólo yo sé que existe.
Mis demonios me miran desde esa esquina de la habitación, me obligan a escribir estupideces sólo porque les divierte verme llorar. Cuando les pregunto que por qué no me matan de una vez, me acarician la mejilla con supuesto cariño, y yo pongo la otra porque se me olvida que en este juego, si aflojas, vuelven a tirar.
Mis demonios son uno multiplicado por las veces que me pongo a escribir; y tengo ya tantos, que les he puesto tu nombre, tu ojos y tus malditas ganas de joder.
Es bueno saber perder, pero aprender a ganar es indispensable, sobre todo cuando llevas ya tanto tiempo perdiendo (la fe). Mi maldita fe.
Déjame, déjame que decida no abandonar.
Bueno, sabía que pasaría pronto: hoy lloré, se me ha metido un poco de arena.

Y si muero... llevadme al mar, quiero reencontrarme con todas las oportunidades que dejé marchar mientras escribía estupideces creyendo que así me olvidaría un poco de todo lo que tengo aún por olvidar.
Karen.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

He roto con el pasado.

Tranquila mi vida, he roto con el pasado.
No sé, me mola esta canción. A todo volumen y en reproducción automática, taladrando mis estructuras corticales. Es demasiado bonita. Me entristece pero no me hace llorar, porque sólo hay una cosa que consigue que se me derrita el hielo que me guardo; y me lo guardo para mí. Hace demasiados meses que no lloro. ¡Mierda! me tocará hacerlo en breves, lo sé.

El otro día tuve un déjà vu, y lo tuve todo el día. ¡Joder, fue precioso! Iba sobre yo siendo feliz a sabiendas de que todo lo que me rodeaba era de papel. Se iba consumiendo poco a poco y la luz de la llama era lo único que nos iluminaba mientras yo sólo deseaba tener que cerrar los ojos muy fuerte -negando, como siempre, las ganas que tenía-. Porque es lo que mejor se me da, negar lo que quiero mientras abro los brazos a todo lo demás. Si pudiera, pagaría por tener más déjà vus como el de ese día, pero pagaría más si así consigo creérmelo. Ya sería la hostia. Vivir la puta vida que quiero de una puta vez, grabarla, silenciarla y que el Flores cante la de 7 vidas. Hacer un copiaypega infinito e invitarte a que veas mi película con filtros y botellas, porque las palomitas tienen sal; y la sal me recuerda a todo lo que me queda aún por llorar.

Karen.