De tanto tirar la cuerda, un día se romperá y me daré de bruces contra el suelo. Luego de un tiempo prudencial de dos horas aproximadamente (lo he calculado), dejaré de quejarme de lo que duele y volveré a atar la cuerda -que ya tiene tantos arreglos que qué sé yo- y seguiré tirando, con más fuerza cada vez. Este proceso se repite incontables veces, y soy consciente de ello. Por eso una vez opté por quedarme en el suelo y no levantarme más, pero no me gustaba pretender que eso era lo que quería. Por eso opté por cambiar de cuerda, o por aflojar y dejar que tiraran de mí...pero parecía que nadie había al otro lado. Al final siempre acababa cayéndome o cansándome de tanto tirar.
Mi nueva estrategia es no tirar, sólo sujetar la cuerda en perfecta horizontalidad; pero la costumbre me puede la mayoría de las veces y sigo tirando.
Esta metáfora tan enrevesada es más simple de lo que parece.
En el fondo sigo esperando que tiren de la cuerda.
No sé para qué me hago estrategias nuevas si no las voy a cumplir.
Todo está muy bien, pero siempre he deseado una máquina del tiempo.
El problema es que no sé estar sola a pesar de nunca haber estado acompañada.
Sueño con hacer un maldita soga con esa maldita cuerda y... y.
Al final siempre escribo como si fuese infeliz, aunque...aunque escribir es mal síntoma.
Estar triste es muy fácil.Y sin motivos, ¡más aun!
La paz se me empieza a agotar, y lo noto. Nunca debí definir la paz, nunca debí darle las llaves de la cajita donde guardo la paz a nadie. Y nunca muchas cosas más, claro.
Paz es todo. Y me da igual lo que tenga que hacer para conseguir un poco.
Bueno, ya han pasado dos horas...Marcho a seguir tirando.
Karen.